176
Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
bras de elogio del Señor para los fieles recabitas y los bendijo en su
nombre. De este modo Dios enseñó a su pueblo que la fidelidad y la
obediencia a sus peticiones se reflejaría en las bendiciones que reci-
birían, tal como los recabitas fueron bendecidos por su obediencia a
los mandamientos de su padre.
Si los consejos de un padre bueno y sabio que designaba los
mejores y más efectivos medios para asegurar su posteridad contra
los males de la intemperancia tenían que ser obedecidos tan estric-
tamente, la autoridad de Dios debía ser guardada con mucha más
reverencia porque es más santo que un hombre. Es nuestro Creador y
director, de poder infinito y terrible juicio. Su misericordia establece
muchos medios para que los hombres vean sus pecados y se arre-
pientan de ellos. Si se obstinan en no escuchar las reprensiones que
les envía y se comportan contrariamente a su voluntad declarada,
caerá sobre ellos la ruina; porque el pueblo de Dios sólo obtiene
prosperidad gracias a su misericordia, por medio del cuidado de sus
mensajeros celestiales. El Señor no cuidará y guardará un pueblo
que desprecie su consejo y menoscabe sus reprensiones.
Las advertencias de Dios son rechazadas
Jeremías ya había sido privado de su libertad porque había obe-
decido a Dios y había dado las palabras de advertencia que había
recibido de boca de Dios al rey y a los otros que ocupaban puestos
de responsabilidad en Israel. Los israelitas no estaban dispuestos
a aceptar las reprensiones ni tampoco que su conducta fuese cues-
tionada. Habían manifestado un gran descontento ante las palabras
de reproche y los juicios que habían sido predichos sobre ellos si
continuaban en rebelión contra el Señor. Aunque Israel no las es-
[176]
cuchara, las palabras de consejo divino no tendrían menor efecto.
Tampoco Dios dejaría de reprender ni amenazar con sus juicios y su
ira a aquellos que rechazaran obedecer sus advertencias.
El Señor dijo a Jeremías: “Toma un rollo de libro y escribe en
él todas las palabras que te he hablado contra Israel y contra Judá,
y contra todas las naciones, desde el día que comencé a hablarte,
desde los días de Josías hasta hoy. Quizá oiga la casa de Judá todo
el mal que yo pienso hacerles, y se arrepienta cada uno de su mal
camino, y yo perdonaré su maldad y su pecado”.
Jeremías 36:2-3
.