Jeremías reprende a Israel
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Ésta es una prueba de que Dios se resiste a abandonar a su pue-
blo. Y para que Israel no descuidara tanto sus reprobaciones y sus
advertencias, hasta el punto de olvidarse de ellas, demoró el juicio
sobre su pueblo y le dio un registro completo de su desobediencia y
graves pecados, así como de los juicios que había declarado como
consecuencia de sus transgresiones, desde los días de Josías hasta
aquel tiempo. De ese modo, los israelitas tendrían una nueva opor-
tunidad para ver su maldad y arrepentirse. Esto nos demuestra que
Dios no se complace en afligir a su pueblo; sino que, con un cuidado
que sobrepasa el de un padre que se apiada de su hijo descarriado,
ruega a su pueblo errante que regrese a la lealtad.
El profeta Jeremías, obedeciendo los mandamientos de Dios,
dictó las palabras que el Señor le había dado a Baruc, su escriba, el
cual las escribió en un rollo. Vea.
Jeremías 36:4
. Ese mensaje era
una reprensión por todos los pecados de Israel y una advertencia
de las consecuencias que se seguirían si perseveraban en sus malos
caminos. Era un sincero llamamiento para que renunciaran a sus
pecados. Después de haberlo escrito, Jeremías, que estaba prisionero,
envió a su escriba para que leyera el rollo a todas las personas que
había reunido “en la casa de Jehová, el día del ayuno”.
Jeremías
36:6
. El profeta dijo: “Quizá llegue la oración de ellos a la presencia
de Jehová, y se vuelva cada uno de su mal camino; porque grande
es el furor y la ira que ha expresado Jehová contra este pueblo”.
Jeremías 36:7
.
El escriba obedeció al profeta y leyó el rollo ante el pueblo
de Judá. Pero su tarea no acabó aquí, debía leerlo ante los prínci-
pes, quienes escucharon con gran interés. Sus rostros tenían una
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expresión de temor mientras preguntaban a Baruc al respecto del
misterioso escrito. Prometieron referir al rey todo lo que habían oído
sobre él y su pueblo, pero aconsejaron al escriba que se escondiera
porque temían que el rey rechazaría el testimonio que Dios había
dado por medio de Jeremías y querría matar tanto al profeta como a
su escriba.
Cuando los príncipes refirieron al rey lo que Baruc había leído,
inmediatamente ordenó que trajeran el rollo y se lo leyeran. Pero
en lugar de aceptar sus advertencias y temblar ante el peligro que
se cernía sobre él y su pueblo, en un arrebato de furia, lo arrojó
al fuego, a pesar de que algunos que gozaban de su confianza le