Página 183 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Jeremías reprende a Israel
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tos a escuchar sus advertencias y arrepentirse. Ésta fue su última
oportunidad. Dios había declarado que si no escuchaban su voz les
infligiría una temible retribución. No quisieron oír y fue pronunciado
juicio sobre Israel y el hombre que se había enorgullecido y se había
levantado contra el Todopoderoso sintió toda su ira.
“Por tanto, así ha dicho Jehová acerca de Joacim rey de Judá:
‘No tendrá quien se siente sobre el trono de David; y su cuerpo será
echado al calor del día y al hielo de la noche. Y castigaré su maldad
en él, y en su descendencia y en sus siervos; y traeré sobre ellos, y
sobre los moradores de Jerusalén y sobre los varones de Judá, todo
el mal que les he anunciado y no escucharon’”.
Jeremías 36:30-31
.
Quemar el rollo no acabó con el asunto. Fue más fácil arrojar las
palabras escritas que la reprobación y la advertencia que contenían
y el inminente castigo que Dios había pronunciado contra el rebelde
Israel. El Señor ordenó que se reprodujera el rollo destruido. Las
palabras del Infinito no podían ser destruidas. “Y tomó Jeremías
otro rollo y lo dio a Baruc hijo de Nerías escriba; y escribió en él de
boca de Jeremías todas las palabras del libro que quemó en el fuego
Joacim rey de Judá; y aun fueron añadidas sobre ellas muchas otras
palabras semejantes”.
Jeremías 36:32
.
Dios no envía juicios sobre su pueblo sin antes haberlo avisado
para que se arrepienta. Usa todos los medios para hacerlo volver a la
obediencia y no visita su iniquidad con juicios hasta que le ha dado
amplias oportunidades de arrepentimiento. Los hombres airados
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querían impedir la labor del profeta de Dios privándolo de libertad.
Sin embargo, Dios puede hablar a los hombres aun a través de los
muros de las prisiones e incrementar la efectividad de sus siervos
con los mismos medios con que sus perseguidores quieren limitar
su influencia.
En este tiempo muchos menosprecian las fieles reprensiones de
Dios dadas en testimonio. Se me ha mostrado que algunos, tal como
hizo aquel malvado rey de Israel, han llegado a quemar las palabras
escritas de reprobación y advertencia. Sin embargo, la oposición a
los designios de Dios no aplaza su ejecución. Desafiar las palabras
que el Señor habla a través de sus instrumentos escogidos sólo
provocará su ira y, finalmente, traerá la ruina segura al transgresor.
A menudo, la indignación enciende el corazón del pecador contra el
agente que Dios escoge para hacerle llegar sus reprensiones. Siempre