Jeremías reprende a Israel
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La temible respuesta del profeta fue que el ejército caldeo regresaría
y destruiría la ciudad. El Señor mostraba así que el hombre no puede
retener los juicios divinos. “Así ha dicho Jehová: ‘No os engañéis
a vosotros mismos, diciendo: ‘Sin duda ya los caldeos se apartarán
de nosotros’; porque no se apartarán. Porque aun cuando hiriereis a
todo el ejército de los caldeos que pelean contra vosotros, y quedasen
de ellos solamente hombres heridos, cada uno se levantará de su
tienda, y pondrán esta ciudad a fuego’”.
Jeremías 37:9-10
.
Jeremías consideró que había cumplido con su tarea e intentó
abandonar la ciudad. Pero se lo impidió el hijo de uno de los fal-
sos profetas, el cual dio informes de que se iba a unir al enemigo.
Jeremías negó la falsa acusación, pero fue traído de vuelta a la ciu-
dad. Los príncipes prefirieron creer al hijo del falso profeta porque
odiaban a Jeremías. Creían que él les había traído la calamidad que
había predicho. Enfurecidos, lo golpearon y lo encarcelaron.
Tras haberlo retenido durante varios días en las mazmorras, el
rey Sedequías mandó que lo trajeran a su presencia y, en secreto, le
preguntó si había alguna otra palabra de parte del Señor. Jeremías
repitió otra vez su advertencia de que la nación sería entregada en
las manos del rey de Babilonia.
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“Dijo también Jeremías al rey Sedequías: ‘¿En qué pequé contra
ti, y contra tus siervos, y contra este pueblo, para que me pusieseis
en la cárcel? ¿Y dónde están vuestros profetas que os profetizaban
diciendo: ‘No vendrá el rey de Babilonia contra vosotros ni contra
esta tierra?’ Ahora pues, oye, te ruego, oh rey mi señor, caiga mi
súplica delante de ti, y no me hagas volver a casa del escriba Jonatán,
para que no muera allí’. Entonces dio orden el rey Sedequías, y
custodiaron a Jeremías en el patio de la cárcel, haciéndole dar una
torta de pan al día, de la calle de los panaderos, hasta que todo el pan
de la ciudad se gastase. Y quedó Jeremías en el patio de la cárcel”.
Jeremías 37:18-21
.
El malvado rey no se atrevió a mostrar públicamente que creía
en Jeremías, sino que su temor lo llevó a querer obtener información
de él. Era demasiado débil para oponerse a las acusaciones de sus
gobernantes y del pueblo, sometiéndose a la voluntad de Dios tal
como la había declarado el profeta. Finalmente, algunos hombres que
gozaban de autoridad y estaban enfurecidos por la obstinación del
profeta en predecir calamidades se acercaron al rey y le dijeron que