Página 186 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
mientras el profeta viviera no cesaría en sus predicciones de desastre.
Afirmaron que era un enemigo de la nación y que sus palabras habían
debilitado las manos del pueblo y atraído la desdicha; por eso querían
matarlo.
El cobarde rey sabía que esos cargos eran falsos. No obstante,
quería que los que ocupaban puestos de poder e influencia en la
nación le fueran propicios; por lo que fingió que creía sus falsedades
y les entregó a Jeremías para que hicieran con él como les pluguiera.
“Entonces tomaron a Jeremías y lo hicieron echar en la cisterna de
Malquías hijo de Hamelec, que estaba en el patio de la cárcel; y
metieron a Jeremías con sogas. Y en la cisterna no había agua, sino
cieno, y se hundió Jeremías en el cieno”. Sin embargo, Dios levantó
a sus amigos para que intercedieran por él ante el rey y volvieron a
sacarlo al patio de la cárcel.
Una vez más, el rey quiso entrevistarse secretamente con Jere-
mías y le pidió que le relatara fielmente los propósitos de Dios sobre
Jerusalén. “Y Jeremías dijo a Sedequías: ‘Si te lo declarare, ¿no es
verdad que me matarás?, y si te diere consejo, no me escucharás’. Y
juró el rey Sedequías en secreto a Jeremías, diciendo: ‘Vive Jehová
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que nos hizo esta alma, que no te mataré, ni te entregaré en mano
de estos varones que buscan tu vida”.
Jeremías 38:15-16
. Entonces
Jeremías repitió la advertencia del Señor a oídos del rey. Dijo: “‘Así
ha dicho Jehová Dios de los ejércitos, Dios de Israel: ‘Si te entregas
enseguida a los príncipes del rey de Babilonia, tu alma vivirá, y
esta ciudad no será puesta a fuego, y vivirás tú y tu casa. Pero si
no te entregas a los príncipes del rey de Babilonia, esta ciudad será
entregada en mano de los caldeos, y la pondrán a fuego, y tú no
escaparás de sus manos’. Y dijo el rey Sedequías a Jeremías: ‘Tengo
temor de los judíos que se han pasado a los caldeos, no sea que me
entreguen en sus manos y me escarnezcan’. Y dijo Jeremías: ‘No te
entregarán. Oye ahora la voz de Jehová que yo te hablo, y te irá bien
y vivirás’”.
Jeremías 38:17-20
.
He aquí una prueba de la sufriente misericordia de Dios. Aún
a tan tardía hora, si se hubiese sometido a sus requerimientos, el
pueblo habría salvado la vida y la ciudad se habría librado de la
conflagración. Pero el rey pensó que había ido demasiado lejos para
retractarse. Temía a los judíos, temía que lo ridiculizaran, temía
por su vida. En aquel día era demasiado humillante decir al pueblo: