Página 192 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
¿Recibirá las advertencias del Espíritu de Dios? Las palabras que
Jesús pronunció cuando Jerusalén menospreció la salvación que, por
gracia, le ofrecía el Redentor también se le dicen a usted: “¡Jerusalén,
Jerusalén [...] cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina
junta a sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!”
Mateo 23:37
.
Cristo suplicó, invitó; pero el pueblo a quien había de salvar no
correspondió su amor. Usted no ha sido mejor en su tiempo que
aquellos pobres, engañados y enceguecidos judíos. Podría haber
aprovechado los benditos privilegios y las oportunidades que se le
brindaban, perfeccionando un carácter cristiano; pero su corazón se
ha vuelto rebelde y no está dispuesto a humillarse para convertirse
realmente y vivir en obediencia a los designios de Dios.
Los sentimientos de rencor y murmuraciones que algunos han
expresado también han encontrado abrigo en su alma, aunque no
se haya atrevido a hablar claramente al respecto. Mejor habría sido
para la obra y para todos aquellos que están relacionados con ella
que usted hubiera sido apartado de ella ya hace años. Cuanta más
luz ha recibido, cuantos más privilegios ha disfrutado, menor ha ido
la sinceridad y la justicia que ha manifestado. Su corazón era carnal
y ha descuidado la palabra explícita de Dios. Aunque a su alrededor
han abundado las advertencias y los consejos, y ha tenido las pruebas
más claras de que Dios estaba en esa obra y que le hablaba su voz,
ha rechazado las solemnes reprensiones, considerándolas livianas, y
ha seguido adelante con su soberbia.
A veces se han despertado sus temores; pero, aun así, nunca
se dio cuenta de su desdichada condición espiritual y del absoluto
peligro que corría. Una y otra vez, ha vuelto a caer en el mismo
estado de indiferencia y soberbia. Su arrepentimiento nunca ha
sido suficientemente profundo como para llegar a una reforma total.
Su tarea sólo ha sido superficial, no una transformación completa,
necesaria para hacerlo aceptable a Dios. “El que me sigue”, dice
Jesús, “no andará en tinieblas”.
Juan 8:12
. Sin embargo, durante la
mayor parte de su vida pretendidamente cristiana usted ha andado
en tinieblas porque no se ha vinculado con el cielo y recibido la pura
luz del Espíritu de Dios.
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Si estuviera en comunión diaria con el Señor y cultivase el amor
por las almas, abandonaría el yo y sería un sincero obrero de la viña
del Señor. Percibiría cómo la fiel ejecución de los deberes de la vida