Página 194 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
nuestras vidas deberían llevar el carácter distintivo de nuestra santa
fe. El fin de todas las cosas está al alcance de la mano y no tenemos
tiempo para la ociosidad o la vida de placeres, que está en franca
oposición con los propósitos de Dios.
El Señor no es cosa de broma. Los que se olvidan de su mise-
ricordia y sus bendiciones en este tiempo de oportunidad traerán
sobre sí tinieblas impenetrables y se convertirán en candidatos para
la ira de Dios. La maldición del Todopoderoso visitó Sodoma y
Gomorra por causa de sus pecados e iniquidades. En nuestros días
hay quienes han abusado igualmente de la misericordia de Dios y
han ridiculizado sus advertencias. Sin dejar de ser reprobable, era
menos intolerable la conducta de Sodoma y Gomorra que la de
aquellos que, llevando el nombre de Cristo, lo deshonran con sus
vidas impías. Todos ellos se están ganando una temible condena en
el día en que la ira de Dios los visite con su juicio.
Por causa de su ignorancia, la situación de los pecadores que
no han gozado de la luz y de los privilegios que los adventistas
del séptimo día han podido gozar será más favorable ante Dios que
aquella de los que son infieles mientras están vinculados con su obra
y profesan amarlo y servirlo. Cristo vertió lágrimas en el monte;
su corazón estaba angustiado y roto porque su pueblo escogido no
correspondía a su amor y le mostraba ingratitud. Había trabajado
incansablemente para salvarlo del destino que estaba a punto de traer
sobre sí, pero su pueblo rechazó su misericordia y no sabía el tiempo
de su visitación. Su tiempo de privilegios llegaba a su fin, pero sus
ojos estaban tan ciegos que no era capaz de verlo.
Jesús recorrió con su mirada a lo largo de los siglos hasta el fin
de los tiempos y, viendo los casos de todos los que habían pagado
su amor y admoniciones con soberbia y descuido, y los de todos
aquellos que algún día lo harían, les dirigió esas solemnes palabras
que declaran su desconocimiento del tiempo de su visitación. Los
judíos juntaban sobre sus cabezas las tenebrosas nubes de la condena;
muchos hoy en día, de manera similar, atraen sobre sí la ira de Dios
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porque desaprovechan las oportunidades que se les brindan, se mofan
de los consejos y del amor de Jesús y menosprecian y odian a sus
siervos porque dicen la verdad.
En ningún lugar de la faz de la tierra ha brillado tanta luz como
en _____. Ni siquiera la antigua Jerusalén había sido tan favorecida