Página 201 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Son necesarias las reprobaciones fieles
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responsabilidad en su formación moral y religiosa. El hermano y la
hermana C, así como el hermano y la hermana D, han cometido un
gravísimo error tanto en disciplinar a sus hijos como en gobernarse
a ellos mismos. Sus hijos se han vanagloriado de la libertad de que
disponen para hacer lo que les place. Han sido liberados de sus
deberes domésticos y menosprecian las normas. Para ellos, una vida
útil es una vida de trabajos inútiles. El gobierno débil de sus hogares
los ha vuelto inaptos para cualquier cargo y, la consecuencia natural
es su rebelión contra la disciplina de la escuela. Sus padres han
hecho caso de sus quejas, les han dado crédito y, compadeciéndose
de sus imaginarias tribulaciones, han alentado a sus hijos para que
se comportaran mal. En muchos casos, esos padres han dado crédito
a engaños claros urdidos por sus mentirosos hijos. Algunos de los
casos de niños indisciplinados y tramposos tienen mucho que ver
con la pérdida de autoridad de la escuela y la desmoralización de los
jóvenes de nuestra iglesia.
En el cielo hay un orden perfecto, una concordia y un acuerdo
sin defecto. Si aquí los padres descuidan enseñar a sus hijos el res-
peto a la autoridad, ¿cómo pueden esperar que sean considerados
compañeros adecuados para los santos ángeles en un mundo de paz
y armonía? Los padres, al mostrarse indulgentes con las malas accio-
nes de sus hijos, están creando un elemento que traerá la discordia a
la sociedad y menoscabará la autoridad de la escuela y de la iglesia.
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Los niños necesitan una guía y un cuidado atentos, más ahora
que nunca, porque Satanás quiere ganar el control de sus mentes y
sus corazones para expulsar el Espíritu de Dios. El temible estado
de los jóvenes de esta época constituye uno de los signos más claros
de que vivimos en los últimos días. Sin embargo, la ruina de muchos
puede ser imputada directamente a la mala dirección de sus padres.
El espíritu de murmuración contra las reprobaciones ha echado sus
raíces y está dando su fruto de insubordinación. Los padres están
disgustados con el carácter que desarrollan sus hijos, a la vez que
están ciegos ante los errores que comenten y los hacen ser como
son.
Elí reprochaba a sus hijos su mala conducta, pero no actuaba
prontamente para corregirla. Aquel padre que rehuía las dificultades
y se mostraba demasiado afectuoso recibió la advertencia de Dios:
su negligencia no quedaría sin retribución. Aun así, no se dio cuenta