Página 202 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
de la importancia de apartar el mal de Israel, de una vez por todas.
Debería haber tomado medidas sin dilación; en cambio, con una
sumisión destacable, dijo: “Jehová es; haga lo que bien le pareciere”.
1 Samuel 3:18
. Si se hubiera apercibido completamente de la culpa
de su negligencia, Israel se habría salvado de la humillación de la
derrota y el arca de Dios no habría caído en manos enemigas.
Dios condena la negligencia que flirtea con el crimen y el pecado;
no deja sin castigo la insensibilidad que no se apresura a detectar
su amenazadora presencia en las familias de los que profesan ser
cristianos. Para él los padres son responsables en gran medida de los
errores y las locuras de su descendencia. Dios visitó con su condena,
no sólo a los hijos de Elí, sino a Elí mismo; este terrible ejemplo
debería ser una advertencia para los padres de nuestros días.
Mientras miraba la peligrosa situación en que se encuentran sus
jóvenes y se me mostraba la indiferencia de los padres respecto de
su bienestar, mi corazón se afligió y desfalleció. Los ángeles estaban
tristes y lloraban amargamente. Los jóvenes se van al mundo y caen
en las manos de Satanás. Se vuelven menos susceptibles a la dulce
influencia de la gracia de Dios, son más y más confiados y desafiantes
y muestran una creciente despreocupación por los intereses eternos.
Vi cómo Satanás plantaba su bandera en los hogares de los que
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profesan ser los elegidos de Dios y, sin embargo, los que andan en la
luz deberían ser capaces de discernir la diferencia entre la bandera
negra del adversario y el estandarte manchado con la sangre de
Cristo.
Los niños deben ser educados con normas y ejemplo. Los padres
deberían cumplir sus grandes responsabilidades con temor y emo-
ción. Deberían ofrecer fervorosas oraciones para pedir fuerza y guía
divinas en su tarea. En muchas familias se siembra la semilla de la
vanidad y la soberbia en el corazón de los niños desde casi su mismo
nacimiento. En su presencia, se comentan y alaban sus pequeños en-
gaños, y se repiten a otros con exageraciones. Los pequeños toman
nota de esto y se crecen; no dudan en interrumpir conversaciones y
se vuelven atrevidos e impertinentes. La adulación y la indulgencia
alimentan su vanidad y su obstinación, hasta el punto que el más
joven alcanza a gobernar toda la familia, padre y madre incluidos.
La disposición que esta clase de formación da no puede ser deja-
da de lado mientras los juicios del niño crecen en firmeza. A medida