Página 204 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
no es natural en ellos y, tarde o temprano, sus verdaderos caracteres
acabarán por salir a la luz.
Si tales personas tienen familia, su gobierno se vuelve arbitrario
y muestra aquella disposición soberbia e irracional que deben disi-
mular fuera del hogar. Quienes dependen de ellas sienten hasta lo
indecible los errores cometidos en su formación. ¿Por qué los padres
educan a sus hijos de tal manera que lleguen a estar en constante
conflicto con todos aquellos que entran en contacto con ellos?
Su experiencia religiosa está moldeada por la educación recibida
en la infancia. Las tristes pruebas, tan peligrosas para la prosperidad
de una iglesia porque son la causa de que la fe de muchos flaquee, se
tambalee y acabe desvaneciéndose entre la duda y la insatisfacción,
suelen tener su origen en un espíritu indómito y rebelde, resultado
de la indulgencia de los padres en la más tierna infancia. ¡Cuántas
vidas se han perdido, cuántos delitos se han cometido, a causa de
la influencia de una pasión desenfrenada que debería haber sido
corregida en la infancia, cuando la mente es moldeable y el corazón
fácilmente influenciable por lo que es correcto y está sujeto a la
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voluntad de una madre amorosa! La educación ineficiente de los
hijos es la base de una gran cantidad de desgracias.
Los niños a los que se les permite andar a sus anchas no son
felices. El corazón indómito no posee los elementos necesarios
para su sosiego y satisfacción. La mente y el corazón deben ser
disciplinados y sujetos a las normas adecuadas para que el carácter
esté en armonía con las sabias leyes que gobiernan nuestro ser.
El desasosiego y la insatisfacción son fruto de la indulgencia y la
soberbia. A menos que se siembren preciosas flores y sea objeto de
esmerados cuidados, el suelo del corazón, como el de un jardín, sólo
será capaz de dar espinas y cardos. Como sucede en la naturaleza
visible, así también se da en el alma humana.
Los jóvenes de _____ se encuentran en una condición desconcer-
tante. Mientras algunos miembros de la iglesia se sienten insatisfe-
chos con los que ocupan cargos de responsabilidad, son encontrados
faltos y murmuran contra las reprensiones, insinuando sus dudas y
cuchicheando sobre los asuntos ajenos, sus almas están empapadas
de tinieblas y sus hijos han sido impregnados con el espíritu que
obra en sus padres. Esta disposición tiene como fin la destrucción