Página 218 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
Su corazón enfermó porque no amaba el trabajo en _____. Ha
puesto su mirada en _____ porque su corazón todavía está ahí y su
cuerpo debe estar donde está su corazón. Dios lo ha probado. ¿Cómo
ha pasado la prueba? Era preciso que las asperezas y protuberancias
de su carácter fueran limadas y pulidas para que pudiera ser refinado
para el reino de los cielos. ¡Cuán duro es para la naturaleza humana
negar las inclinaciones! ¡Cuán duro es para los hombres abandonar
la persuasión mundana y engañosa y, con el amor del Salvador y
de sus compañeros, negar su propio placer para dedicarse aún más
directamente al servicio de Dios!
Hermano C, no se dedica en cuerpo y alma a la obra. Nunca
ha hecho de ella un interés personal; por lo que no le es agradable.
De haber estado dispuesto, podría haber entrenado su mente para
entenderla; pero en cierta medida, se ha mantenido distante, no se ha
vinculado estrechamente con ella y quiso familiarizarse con varias
ramas.
Su conducta no es tan sociable ni cortés como debiera, sus ma-
neras frías y distantes no son del agrado de Dios. Permite que sus
sentimientos se exciten con facilidad. Nadie que desee cumplir
adecuadamente una tarea relacionada con la obra de Dios debería
dejarse llevar por las emociones y los impulsos. Su mente ha de
estar más unida a Dios. Sus intereses y simpatías deben estar más
estrechamente identificados con los que se han unido a la obra del
Señor; de otro modo su participación en el avance de la causa en
_____ será negativa. Es demasiado independiente y exclusivista.
Debe suavizar su disposición y asimilarla a la mente y los senti-
mientos ajenos. Como hombre de negocios y como cristiano, su
servicio puede ser de inestimable valor para la causa de Dios si usted
somete su voluntad y sus maneras al Señor. Debe ser santificado por
la verdad, de modo que su mente se eleve por encima de cualquier
consideración personal o interés egoísta.
Tiene en la vida de Jesús un modelo perfecto. Su vida estuvo
caracterizada por la benevolencia desinteresada. ¡Qué precioso Sal-
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vador! ¡Qué sacrificios hizo por nosotros, para que tuviéramos vida
eterna y no pereciéramos! El cielo, si abandonamos cualquier interés
egoísta para obtenerlo, nos parecerá barato. ¿Pagaremos el precio de
seguir nuestros propios designios y alejarnos de las manos de Dios
porque ello resulta más agradable al corazón natural? Dios exige