La necesidad de la armonía
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Además, nuestro Salvador enseñó a sus discípulos a no desear
posiciones y nombres. “No queráis que os llamen Rabí [...]. Ni seáis
llamados maestros [...]. El que es el mayor de vosotros, sea vuestro
siervo. Porque el que se enaltece, será humillado” (
Mateo 23:8-12
)
Jesús citó al doctor de la ley el sagrado código dado en el Sinaí:
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y
con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti
mismo”
Lucas 10:27
. Dijo que si hacía esto, entraría en la vida.
“A tu prójimo como a ti mismo”. Surge la pregunta: “¿Quién
es mi prójimo?”
Lucas 10:29
. Su respuesta es la parábola del buen
samaritano, la cual nos enseña que cualquier ser humano que necesita
nuestra compasión y nuestros buenos servicios es nuestro prójimo.
Los dolientes e indigentes de todas clases son nuestros prójimos;
y cuando llegamos a conocer sus necesidades, es nuestro deber
aliviarlas en cuanto sea posible. En esta parábola se saca a luz un
principio que todos los que siguen a Cristo debieran adoptar. Suplid
primero las necesidades temporales de los menesterosos, aliviad sus
menesteres y sufrimientos físicos, y luego hallaréis abierta la puerta
del corazón, donde podréis implantar las buenas semillas de virtud y
religión.
A fin de ser felices, debemos luchar por alcanzar aquel carácter
que Cristo manifestó. Una notable peculiaridad de Cristo era su
abnegación y benevolencia. Él no vino a buscar lo suyo. Anduvo
haciendo bien, y esto era su comida y bebida. Siguiendo el ejemplo
del Salvador, podemos estar en santa comunión con él; y tratando
diariamente de imitar su carácter y seguir su ejemplo, seremos una
bendición para el mundo, y obtendremos para nosotros contenta-
miento aquí y recompensa eterna en la otra vida.
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