La unidad de la iglesia
Amados hermanos: Así como los diferentes miembros del or-
ganismo humano se unen para formar el cuerpo entero y cada uno
cumple su parte obedeciendo a la inteligencia que gobierna el todo,
de la misma manera los miembros de la iglesia de Cristo deben estar
unidos en un cuerpo simétrico, sujeto a la inteligencia santificada
del conjunto.
El progreso de la iglesia se retarda por la conducta errónea de
sus miembros. El unirse con la iglesia, aunque es un acto importante
y necesario, no lo hace a uno cristiano ni le asegura la salvación. No
podemos asegurarnos el derecho al cielo por hacer registrar nuestro
nombre en el libro de la iglesia mientras nuestro corazón quede
enajenado de Cristo. Debemos ser sus fieles representantes en la
tierra y trabajar al unísono con él. “Amados, ahora somos hijos de
Dios”.
1 Juan 3:2
. Debemos tener presente esta santa relación y no
hacer nada que deshonre la causa de nuestro Padre.
Lo que profesamos es muy exaltado. Como adventistas obser-
vadores del sábado, profesamos obedecer todos los mandamientos
de Dios y esperar la venida de nuestro Redentor. Un solemnísimo
mensaje de amonestación ha sido confiado a los pocos fieles de Dios.
Debemos demostrar por nuestras palabras y obras que reconocemos
la gran responsabilidad que se nos ha impuesto. Nuestra luz debe
resplandecer tan claramente que los demás puedan ver que glorifi-
camos al Padre en nuestra vida diaria, que estamos en relación con
el cielo y somos coherederos con Cristo Jesús, para que cuando él
aparezca con poder y grande gloria seamos como él.
Todos debemos sentir nuestra responsabilidad individual como
miembros de la iglesia visible y trabajadores en la viña del Señor.
No debemos esperar que nuestros hermanos, que son tan frágiles
como nosotros, nos ayuden; porque nuestro precioso Salvador nos
ha invitado a unirnos a él y a unir nuestra debilidad con su forta-
leza, nuestra ignorancia con su sabiduría, nuestra indignidad con
su mérito. Ninguno de nosotros puede tener una posición neutral;
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