Página 24 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
nuestra influencia se ejercerá en pro o en contra de Jesús. Somos
agentes activos de Cristo, o del enemigo. O recogemos con Jesús,
o dispersamos. La verdadera conversión es un cambio radical. La
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misma tendencia de la mente y la inclinación del corazón serán
desviadas, y la vida llegará a ser nueva en Cristo.
Dios está conduciendo a un pueblo para que se coloque en per-
fecta unidad sobre la plataforma de la verdad eterna. Cristo se dio
a sí mismo al mundo para que pudiese “limpiar para sí un pueblo
propio, celoso de buenas obras”.
Tito 2:14
. Este proceso de refi-
namiento está destinado a purificar a la iglesia de toda injusticia
y del espíritu de discordia y contención, para que sus miembros
edifiquen en vez de derribar y concentren sus energías en la gran
obra que está delante de ellos. Dios quiere que sus hijos lleguen
todos a la unidad de la fe. La oración de Cristo, precisamente antes
de su crucifixión, pedía que sus discípulos fuesen uno, como él era
uno con el Padre, para que el mundo creyese que el Padre le había
enviado. Ésta, la más conmovedora y admirable oración, extendida
a través de los siglos hasta nuestros días, sus palabras son: “Mas no
ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en
mí por la palabra de ellos”.
Juan 17:20
.
¡Cuán fervorosamente deben tratar de contestar esta oración
en su vida los que profesan seguir a Cristo! Muchos no se dan
cuenta del carácter sagrado de la relación con la iglesia, y les cuesta
someterse a la restricción y disciplina. Su conducta demuestra que
exaltan su propio juicio por encima del de la iglesia unida y no
evitan cuidadosamente el estimular un espíritu de oposición a su
voz. Los que ocupan puestos de responsabilidad en la iglesia pueden
tener faltas como los demás y pueden errar en sus decisiones; pero,
a pesar de eso, la iglesia de Cristo en la tierra les ha dado una
autoridad que no puede ser considerada con liviandad. Después
de su resurrección, Cristo delegó el poder en su iglesia diciendo:
“A los que remitiereis los pecados les son remitidos: a quienes los
retuviereis, serán retenidos”.
Juan 20:23
.
La relación con la iglesia no se ha de tomar a la ligera; sin embar-
go, cuando algunos que profesan seguir a Cristo se ven contrariados,
o cuando su voz no ejerce la influencia dominante que les parece
merecer, amenazan con abandonar la iglesia. En verdad, al abando-
nar la iglesia ellos serán los que más sufrirán, porque al retirarse de