Página 233 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Oposición a las advertencias fieles
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a la fe encontrará suficientes pruebas para creer. Sin embargo, Dios
nunca eliminará las causas de la duda. Quienes prefieren permanecer
en un ambiente de dudas e incredulidad pueden disfrutar de un
privilegio nada envidiable. Dios da suficientes pruebas para que
las mentes sinceras puedan creer. Pero quien, amparándose en la
existencia de ciertas cosas que esta mente finita no puede entender,
no reconoce el peso de la evidencia quedará en el ambiente frío y
helado de la incredulidad y la duda; su fe naufragará. Parece que
usted consideró una virtud alinearse en el bando de los que dudan
en lugar de tomar partido por los que creen. Jesús jamás elogió la
incredulidad, jamás planteó dudas. Sus milagros fueron prueba para
su nación de que él era el Mesías; aun así, algunos consideraron que
dudar de él era una virtud y, razonando según la mente humana, en
todas y cada una de la buenas obras del Salvador encontraron algún
aspecto digno de censura o cuestión.
El centurión que deseaba que Cristo fuera y sanara a su siervo se
sentía indigno de que Jesús entrara bajo su techo; su fe en el poder
de Cristo era tan fuerte que creía que bastaría con pedirle tan sólo
una palabra para que el milagro fuera obrado. “Al oírlo Jesús, se
maravilló y dijo a los que le seguían: ‘De cierto os digo, que ni aun
en Israel he hallado tanta fe. Y os digo que vendrán muchos del
oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob
en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las
tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes’. Entonces
Jesús dijo al centurión: ‘Ve, y como creíste, te sea hecho’. Y su
criado fue sanado en aquella misma hora”.
Mateo 8:10-13
.
Jesús alabó la fe en contraste con la duda. Mostró que los hijos
de Israel tropezarían a causa de su incredulidad, la cual los llevaría a
rechazar la gran luz y acabaría con su condenación y rechazo. Tomás
declaró que no creería sin haber puesto antes su dedo en las llagas
de las manos del Señor e introducir la mano en su costado. Cristo
le dio las pruebas que deseaba y luego reprendió su incredulidad:
“Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no
vieron y creyeron”.
Juan 20:29
.
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En este tiempo de tinieblas y error, los hombres que profesan ser
seguidores de Cristo parecen pensar que tienen la libertad de recibir
o rechazar a los siervos del Señor según su deseo y conveniencia
sin que por ello sean considerados responsables de sus acciones.