Página 234 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
La incredulidad y la oscuridad los dominan. Sus sentidos están
adormecidos por la incredulidad. Violan sus conciencias y se vuelven
infieles a sus convicciones, a la vez que su fuerza moral se debilita.
Ven a los demás en la misma luz que ellos están.
Cuando Cristo envió a los doce, les ordenó: “Mas en cualquier
ciudad o aldea donde entréis, informaos quién en ella sea digno, y
posad allí hasta que salgáis. Y al entrar en la casa, saludadla. Y si
la casa fuere digna, vuestra paz vendrá sobre ella; mas si no fuere
digna, vuestra paz se volverá a vosotros. Y si alguno no os recibiere,
ni oyere vuestras palabras, salid de aquella casa o ciudad, y sacudid
el polvo de vuestros pies. De cierto os digo que en el día del juicio
será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y Gomorra que
para aquella ciudad”.
Mateo 10:11-15
. Les advirtió que se guardaran
de los hombres porque serían librados a los concejos y azotados en
las sinagogas.
El corazón de los hombres no es hoy menos duro que cuando
Cristo vino a la tierra. Como el pueblo hizo cuando él estuvo en
la tierra, harán todo cuanto esté en su poder para ayudar al gran
adversario en su tarea de dificultar tanto como sea posible la labor
de los siervos de Cristo. Flagearán con la lengua, difamando y
esparciendo falsedades. Criticarán los esfuerzos que el siervo de
Dios les pida que hagan y harán que se vuelvan en contra de él.
Con sus perversas conjeturas verán fraude y doblez allí donde sólo
haya perfecta integridad y justicia. Acusarán de tener motivaciones
egoístas a los siervos de Dios, cuando el mismo Dios los guíe, y
cuando incluso sean capaces de dar la propia vida si Dios así lo
demanda, si al hacer así pueden hacer que la causa del Señor avance.
Quienes menos hacen, quienes menos invierten en la causa de la
verdad, son los más proclives en expresar falta de fe en la integridad
de los siervos de Dios que en la gran obra ocupan una posición de
responsabilidades pecuniarias. Los que confían en la obra de Dios
están dispuestos a arriesgar algo por su avance, y su prosperidad
espiritual estará proporcionada a sus obras de fe. La palabra de Dios
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es nuestro modelo y, sin embargo, ¡cuán pocos la siguen! Nuestra
religión tendrá escaso valor para nuestros amigos si sólo es teórica
y no tiene una aplicación práctica. Muchos que profesan seguir la
Biblia llevan con ellos la influencia del mundo y la soberbia. Son
como una nube que hiela el aire en que otros se mueven.