Página 236 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
frenarla. Sólo hay una cura para la indolencia espiritual: el trabajo,
trabajar por las almas que necesitan su ayuda. En lugar de fortalecer
las almas, ha desalentado y debilitado los corazones de aquellos que
veían avanzar la causa de Dios.
Dios le ha dado capacidades que puede usar para el bien o mal-
gastarlas en perjuicio propio y ajeno. No es consciente de los cargos
que Dios le imputa. Deberíamos tener siempre en la mente que
vivimos en este mundo para formar caracteres para el próximo.
Todas nuestras relaciones con los otros mortales deben estar en con-
sonancia con los intereses eternos, suyos y nuestros. Si nuestros
encuentros con ellos sólo están dedicados al placer y a la compla-
cencia egoísta, si somos frívolos, si nos abandonamos a las malas
acciones, no somos colaboradores de Dios, sino que trabajamos de-
cididamente contra él. Las preciosas vidas que Dios nos ha dado no
deben ser moldeadas con relatividades incrédulas para complacer la
mente carnal, sino que deben ser vividas de manera que merezcan la
aprobación de Dios.
Si el hermano J gozara con el amor de Dios, sería un torrente
de luz. Tiene demasiada poca fuerza moral y fuertes tendencias a la
incredulidad. Los ángeles del cielo se han apiadado de él porque está
envuelto en tinieblas. Sus oídos sólo oyen palabras de incredulidad
y tinieblas. Está lleno de dudas, la lengua es un mundo de iniquidad.
“Ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede
ser refrenado, llena de veneno mortal”.
Santiago 3:8
. Si el hermano
J se aferrara con más firmeza a Dios y sintiera que debe conservar
su integridad ante él aun a costa de su vida natural, recibiría fuerza
del cielo. Si permite que su fe se vea afectada por las tinieblas y
la incredulidad que lo rodean, las dudas y las habladurías, pronto
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estará imbuido de tinieblas, dudas e incredulidad y no encontrará
luz o fuerza en la verdad.
Que no piense que buscar el compromiso con sus amigos, re-
sentidos con nuestra fe, le pondrá las cosas más fáciles. Si su único
propósito es obedecer a Dios a toda costa, obtendrá fuerza y ayuda.
Dios ama al hermano J y se apiada de él. Conoce todas sus dudas,
todos sus desalientos, todas sus palabras amargas. Lo sabe todo. Si
el hermano J abandona su incredulidad y permanece inamovible
en Dios su fe crecerá con el ejercicio. “El justo vivirá por fe; y si
retrocediere, no agradará a mi alma”.
Hebreos 10:38
.