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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
Ya quisiéramos verlos buscar y condenar sus propias ofensas, su
propia conducta arrogante y dominadora y su propia impaciencia e
irritación; y, después de haber eliminado todo pecado de sus vidas,
lanzar la primera piedra de censura contra los hermanos que intentan
traerlos al orden. El Dios santo no llevará almas a la verdad para
que caigan bajo la influencia que existe en la iglesia. Nuestro Padre
celestial es demasiado inteligente para llevar almas a la verdad y
permitir que sean moldeadas por la influencia de hombres que no
han consagrado sus vidas y sus corazones. Esos hombres no están en
armonía con la verdad. No están unidos al cuerpo, sino que son causa
de pérdida para la iglesia. Sus obras se oponen a las de aquellos que
Dios emplea para traer almas a la verdad.
¿Quién alimentará a los que deberían esforzarse por obedecer
todos los mandamientos de Dios? ¿Quiénes serán padres y madres
que tengan cuidado de los que necesitan fuerza y ayuda? ¿Saben
esos hermanos lo que hacen? Se encuentran exactamente en camino
de los pecadores. Cortan el paso con sus conductas pecaminosas. Sus
vestiduras estarán cubiertas con al sangre de las almas, a menos que
se arrepientan y cambien completamente su vida. ¿Acaso piensan
tales insatisfechos que ellos tienen razón y que el cuerpo de los guar-
dadores del sábado está equivocado? “Por sus frutos los conoceréis”.
Mateo 7:20
. ¿A quién bendice Dios? ¿A quién guía? ¿Quién trabaja
para él? ¿Quién obra correctamente para presentar la verdad a otras
mentes? ¿Acaso tales hombres piensan que el cuerpo acudirá a ellos
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y abandonará su experiencia y puntos de vista para seguir los juicios
de los que no se han consagrado? ¿O quizá regresarán a la armonía
con el cuerpo?
El hermano G se vanagloria de su independencia de criterio y
juicio, y al mismo tiempo corta el paso a los pecadores con su vida
disoluta y su oposición a la obra, combatiendo ciegamente a Cristo
en la persona de sus siervos. Se ha engañado respecto de la calidad
de la verdadera independencia. La independencia no es obstinación,
aunque a menudo ésta se confunda con aquélla. Cuando el hermano
G se ha formado una opinión y la expresa en la familia o la iglesia
con considerable confianza y de manera pública, está inclinado a
hacer que parezca que él tiene la razón valiéndose de todos los
argumentos que se le ocurren. Con esa insistencia corre el peligro,
el gran peligro, de cerrar los ojos y violar su conciencia; el enemigo