Página 239 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Oposición a las advertencias fieles
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lo tienta con fuerza. Su arrogancia en la opinión es difícil de vencer,
aun cuando se enfrente a suficientes evidencias para convencerlo, si
estuviera dispuesto. Piensa que admitir su error sería una mancha en
su juicio y discernimiento.
Hermano G, corre el gran peligro de perder su alma. Ansia la pre-
eminencia. A veces cree que es menoscabado. No es feliz. No será
feliz si abandona el pueblo de Dios, porque considera una ofensa las
palabras claras y los hechos como hicieron muchos de los seguidores
de Cristo porque la verdad declarada era demasiado evidente. No
será un hombre feliz porque seguirá siendo usted mismo. No está a
bien consigo mismo. Su temperamento es su enemigo y, vaya donde
vaya, llevará consigo su carga de infelicidad. Es un honor confesar
un error tan pronto como se discierne.
Hay muchos asuntos relacionados con la obra de Dios en los
que usted encuentra faltas, encontrar faltas es cosa natural en usted.
Puesto que se ha vuelto contra la luz de Dios que sobre usted se
le ha revelado, rápidamente pierde su discernimiento y, más que
nunca, está pronto a encontrar defectos en todas las cosas. Da su
opinión con confianza dictatorial y trata las consultas de los demás al
respecto de sus opiniones como una crueldad personal. Ciertamente,
la independencia refinada nunca desdeña pedir el consejo de los
experimentados y los sabios y los trata con respeto.
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La religión en la familia
Hermano G, si no se convierte perderá su alma. No será feliz
hasta que obtenga la mansedumbre de la sabiduría. Usted y su
esposa han trabajado demasiado tiempo con propósitos encontrados.
Abandone la excesiva escrupulosidad, la sospecha, los celos y las
desdichadas discusiones por asuntos banales. El espíritu que se ha
desarrollado en su familia ha penetrado en su experiencia religiosa.
Vigilen el modo en que se recriminan uno a otro los defectos en
presencia de sus hijos; tengan cuidado de no permitir que su espíritu
los controle. Usted sólo ve maldad en su hijo mayor; no le atribuye
ninguna de las cualidades que, si muriese, no dudaría en reconocerle.
Ninguno de ustedes se comporta de modo coherente con su hijo. Le
recriminan sus errores en presencia de otras personas y demuestran
falta de confianza en los buenos rasgos de su carácter.