Página 256 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
tiene envidia, que no es jactanciosa ni se envanece, “no hace nada
indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza
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de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree,
todo lo soporta”.
1 Corintios 13:5-7
. “Vestíos, pues, como escogidos
de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad,
de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a
otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra
otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo
vosotros. Y sobre todas estas cosas, vestíos de amor, que es el vínculo
perfecto. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que
asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos”.
Colosenses 3:12-15
.
Por poco que alguno se desvíe de lo que usted piensa que debe ser
lo correcto, no duda en reprochárselo y querer corregir la desviación
con rudeza. Por un lado, sus maneras son arrogantes y dictatoriales,
pronto a observar las faltas de su hermano; por otro, en cambio,
no busca cuidadosamente en su propio corazón para encontrar las
iniquidades que existen en su vida. Su indulgencia con sus apetitos y
pasiones muestra su gran debilidad moral. La esclavitud del apetito
por el tabaco ha tomado tal control sobre usted que aunque, una y
otra vez, se determinara a vencer el hábito, no lo conseguiría. Ese mal
hábito ha pervertido sus sentidos. Hermano, ¿dónde está la negación
de sí mismo? ¿Dónde está la fuerza moral para vencer? Cristo
venció por usted el poder del apetito en el desierto de las tentaciones,
haciendo posible que Usted venza. Ahora debe presentar batalla. En
nombre del Conquistador tiene la oportunidad de negar su apetito y
obtener una victoria. Exige mucho a los demás; ¿qué está dispuesto a
hacer para obtener la victoria sobre una concupiscencia que repugna,
destruye la salud y contamina el alma? Debe presentar batalla. Nadie
puede combatir por usted. Los demás pueden orar, pero la tarea es
completamente suya.
El Señor le pide que abandone sus flirteos con el tentador y se
purifique de toda inmundicia de la carne y el espíritu, perfeccionando
la santidad de su temor de Dios. Apresúrese a eliminar los defectos
de su carácter. Usted está en el taller de Dios. Si se somete al proceso
de cortado, cuadrado y cepillado, para que los bordes ásperos sean
eliminados y las superficies rugosas y los nudos sean desbastados y
pulidos con la garlopa de Dios, su gracia le dará la forma adecuada