Página 260 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
aceptables porque se aferran tenazmente a nociones preconcebidas y
las convierten en dominantes, por lo que no ajustan sus enseñanzas
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a las necesidades reales del pueblo. Muchos no tienen idea de la
necesidad de adaptarse a las circunstancias y acercarse a las personas
en el lugar donde están. No se identifican con aquellos a quienes
desean ayudar y elevar al verdadero modelo de cristianismo bíblico.
Para tener éxito realmente, es preciso que el ministro se consagre
completamente a la tarea de salvar almas. Es imprescindible que
esté estrechamente unido con Cristo, que busque continuamente su
consejo y dependa de su ayuda. Algunos fracasan porque confían
que bastará sólo con la argumentación y no suplican sinceramente a
Dios su sabiduría, para que los dirija, y su gracia, para que santifique
sus esfuerzos. Los largos discursos y las tediosas oraciones son
decididamente perjudiciales para el interés religioso y no llevan
convicción alguna a la conciencia de las personas. La propensión
a proferir discursos, a menudo, difumina un interés religioso que
habría podido dar grandes resultados.
El verdadero embajador de Cristo está en perfecta unión con
Aquel a quien representa y su principal objetivo es la salvación de
las almas. Las riquezas de la tierra menguan hasta la insignificancia
cuando se comparan con el valor de una única alma por la cual murió
nuestro Señor y Maestro. El que elevó los montes y las colinas otorga
al alma humana un valor infinito.
En la obra del ministerio hay batallas por combatir y victorias
por obtener. “No penséis que he venido a traer la paz a la tierra”,
dijo Cristo; “no he venido para traer paz, sino espada”.
Mateo 10:34
.
Las tareas inaugurales de la iglesia cristiana fueron desempeñadas
con penurias y amarguras; los sucesores de los primeros apóstoles
descubrieron que se debían enfrentar a pruebas similares: privacio-
nes, calumnias y todo tipo de oposición. Debieron ser hombres de
coraje moral impenetrable y músculo espiritual.
La gran tiniebla moral domina y sólo el poder de la verdad es
capaz de alejar las sombras de la mente. Estamos combatiendo los
errores más gigantescos y los prejuicios más fuertes. Sin la especial
ayuda de Dios nuestros esfuerzos no serán capaces ni de convertir
las almas ni de elevar nuestras propias naturalezas morales. La
pericia humana y las mejores capacidades, naturales o adquiridas,
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