Página 262 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
Se requiere mucha reflexión y sabiduría de Dios para que la
labor por la salvación de los pecadores tenga éxito. Si el corazón del
obrero está lleno de la gracia de Dios, sus enseñanzas no irritarán a
sus oyentes, sino que impregnarán sus corazones y los abrirán para
que reciban la verdad.
Los obreros de campo no se deben permitir el desaliento, sino
que, sea cual fuere su entorno, deben ejercitar la fe y la esperanza.
La labor del ministro no termina con la presentación de la verdad
desde el púlpito. Allí sólo comienza. Debe estar familiarizado con
sus oyentes. Muchos fallan estrepitosamente porque no se relacionan
estrechamente con aquellos que más necesitan de su ayuda. Con la
Biblia en la mano, y con cortesía, deberían conocer las objeciones
que existen en las mentes de aquellos que empiezan a preguntarse:
“¿Qué es la verdad?”
Deberían dirigirlos y educarlos como los alumnos de una escuela:
con ternura y cuidado. Muchos deben desaprender teorías que han
sido grabadas en sus vidas. A medida que se convencen de que se
encontraban en el error respecto de los temas bíblicos caen en la
perplejidad y la duda. Necesitan la más tierna compasión y la ayuda
más juiciosa. Deben ser instruidos cuidadosamente, es preciso que
se ore por ellos y con ellos, que se los vigile y se los guarde con
la más amable solicitud. Los que han caído en la tentación y se
han alejado de Dios necesitan ayuda. En las lecciones de Cristo
los representa la oveja descarriada. El pastor dejó a las noventa y
nueve en el desierto y regresó en busca de la oveja que se había
perdido hasta que la encontró. Entonces regresó con gozo cargando
con ella sobre sus hombros. También se les aplica la ilustración de
la mujer que buscaba una moneda de plata extraviada hasta que la
encontró y juntó a sus vecinos para regocijarse con ellos porque lo
que había perdido había sido encontrado. Aquí se saca claramente a
la luz la conexión de los ángeles del cielo con la obra cristiana. Hay
más gozo en la presencia de los ángeles celestiales por un pecador
que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan
arrepentimiento. El Padre y Cristo se regocijan. Todo el cielo está
interesado en la salvación del hombre. Quien es un instrumento de
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salvación para un alma tiene toda la libertad para regocijarse; porque
los ángeles de Dios han sido testigos de sus esfuerzos con el máximo
interés y se gozan con él por su éxito.