Página 264 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
fin. Si, aparentemente, su trabajo no obtiene resultados, en oración
sincera, debe averiguar si son los adecuados. Deberá humillar su
alma ante Dios, examinándose a sí mismo y aferrándose con fe a las
promesas divinas, continuando humildemente sus esfuerzos hasta
que esté seguro de que ha cumplido fielmente sus deberes y hecho
todo cuanto estaba en su mano para obtener el resultado deseado.
Frecuentemente, los ministros comentan que en un momento
determinado pierden todo interés por la tarea que desempeñan para
entrar en un nuevo campo. Esto es un error. Deben acabar la tarea
que empezaron. Dejarla incompleta es más dañino que beneficioso
porque arruinan el terreno para el siguiente obrero. Ningún campo es
tan poco prometedor como el que ha sido cultivado suficientemente
para dar a la mala hierba el más exuberante crecimiento.
Los nuevos campos necesitan mucha oración y trabajo sensato.
Se necesitan hombres de Dios, no sólo hombres que sepan hablar,
sino aquellos que tienen un conocimiento experimental del misterio
de la piedad y son capaces de suplir las urgentes necesidades de las
personas, aquellos que perciben solemnemente la importancia de su
posición como siervos de Jesús y lleven con alegría la carga que él
les ha mostrado.
Cuando la tentación los acecha para que se recluyan y la pasión
por la lectura y la escritura requiere su inmediata atención en un
momento en que debiera estar dedicada a otros deberes, deben ser
suficientemente fuertes para negarse a sí mismos y dedicarse a la
tarea que tienen delante. Esta es, sin duda alguna, la prueba más
dura que una mente estudiosa debe soportar.
A menudo, los deberes de un pastor se descuidan vergonzante-
mente porque el ministro carece de la fuerza necesaria para sacrificar
sus inclinaciones personales a la reclusión y el estudio. El pastor de-
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bería visitar un hogar tras otro en su rebaño, enseñando, conversando
y orando con cada familia, buscando el bienestar de las almas. Los
que han manifestado su deseo por familiarizarse con los principios
de nuestra fe no deben ser descuidados, sino que deben ser instruidos
cuidadosamente en la verdad. El ministro de Dios celoso y vigilante
no debe perder ninguna oportunidad de obrar el bien.
Algunos ministros que han sido invitados a las casas por el
cabeza de familia han malgastado las pocas horas de su visita ence-
rrándose en una habitación desocupada para dar rienda suelta a su