Página 266 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
ganar almas para Cristo y grabar la verdad en las mentes interesadas.
Debería cuidar que el mundo, con sus atracciones engañosas, no los
aparte de Dios y endurezca sus corazones contra la influencia de la
gracia.
El ministro no debe gobernar de forma imperativa sobre el rebaño
que se le ha confiado para su cuidado, sino que debe ser un modelo
a imitar y mostrarles el camino al cielo. Siguiendo el ejemplo de
Cristo, debe interceder ante Dios por el pueblo que está a su cuidado
hasta que ve que sus oraciones son respondidas. Jesús ejercitó la
compasión divina y humana hacia el hombre. Es nuestro ejemplo
en todas las cosas. Dios es nuestro Padre y Gobernador, el ministro
cristiano es el representante de su Hijo en la tierra. Los principios
que rigen en el cielo, deben regir también en la tierra, el mismo amor
que anima a los ángeles, la misma pureza y santidad que reina en el
cielo, en la medida de lo posible, debe ser reproducida en la tierra.
Dios tiene al ministro por responsable del poder que ejerce, pero no
justifica que sus siervos perviertan ese poder y lo transformen en
despotismo sobre el rebaño que se les confía.
Dios ha dado a sus siervos un conocimiento precioso de su
verdad y desea que se unan estrechamente a Jesús y, con compasión,
se acerquen a sus hermanos para poder hacer con ellos todo el bien
que esté en su poder. El Redentor del mundo no buscó su propio
placer, sino que anduvo de aquí para allá haciendo el bien. Se vinculó
estrechamente con el Padre para poder unir sus fuerzas y así cargar
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con las almas de los hombres para salvarlos de la ruina eterna. De
manera similar, sus siervos deberían cultivar la espiritualidad si
esperan tener éxito en su labor.
Jesús se apiadó tanto de los pobres pecadores que abandonó los
atrios celestiales y puso a un lado las vestiduras reales, humillándose
a sí mismo hasta la humanidad, para poder familiarizarse con las
necesidades del hombre y ayudarlo a levantarse sobre la degrada-
ción de la caída. Puesto que ha dado al hombre una evidencia tan
incuestionable de su amor y su compasión más tierna, ¡cuán impor-
tante es que sus representantes imiten su ejemplo al acercarse a sus
compañeros y ayudarlos a formar un verdadero carácter cristiano!
Sin embargo, algunos se han apresurado mucho a enrolarse en plei-
tos de iglesia y han dado un testimonio áspero y despiadado a los
que están errados. Al actuar así se han rendido a una propensión