Página 267 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

Basic HTML Version

Un llamamiento a los ministros
263
natural que debiera haber sido firmemente dominada. Esta no es la
tranquila justicia del administrador cristiano, sino la áspera crítica
de un temperamento precipitado.
La iglesia necesita más educación que censura. En lugar de
reprenderla con severidad por su falta de espiritualidad y negligencia
en el deber, por precepto y ejemplo, el ministro debería enseñarle
a crecer en gracia y en el conocimiento de la verdad. “De la cual
fuí hecho ministro, según la administración de Dios que me fue
dada para con vosotros, para que anuncie cumplidamente la palabra
de Dios, el ministerio que había estado oculto desde los siglos y
edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes
Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio
entre los gentiles, que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria,
a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a
todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo
Jesús a todo hombre; para lo cual también trabajo, luchando según
la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí”.
Colosenses
1:25-29
.
Los ministros que han alcanzado la edad de cuarenta o cincuenta
años no deben creer que su labor es menos eficiente a esa edad
que cuando eran más jóvenes. Los hombres entrados en años y
experiencia son los que impulsan esfuerzos potentes y en la dirección
correcta. Son especialmente necesarios en este tiempo. Las iglesias
[266]
no pueden iniciar su viaje sin ellos. Esos hombres no deben hablar
de debilidad mental o física ni creer que los días de su utilidad ya
pasaron.
Muchos de ellos han sufrido fuertes cargas mentales que no
fueron aliviadas con el ejercicio físico. El resultado es el deterioro
de sus fuerzas y una tendencia a eludir responsabilidades. Necesitan
más trabajo activo. Esto no se limita sólo a aquellos cuya cabeza
hay plateado el paso del tiempo, los hombres jóvenes han caído en
ese mismo estado y se han debilitado mentalmente. Tienen una lista
de discursos establecidos y si van más allá de sus límites pierden
toda referencia.
El pastor a la antigua usanza, el que viajaba a lomos de su caballo
y pasaba la mayor parte de su tiempo visitando a su rebaño, disfru-
taba de mejor salud, a pesar de las dificultades y los peligros, que