Página 282 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
Espíritu del Señor me sostuvo. Fui muy bendecida al hablar a los
alumnos y trabajar para su salvación. Fue una reunión notable. El
Espíritu de Dios estuvo presente desde el principio hasta el final.
Ciento treinta personas fueron bautizadas como resultado de esa
reunión. Después de pasar unas semanas en Battle Creek, decidimos
cruzar las praderas y dirigirnos a California.
Trabajos en California
Mi esposo trabajó poco en California. Parecía que su recupera-
ción se demoraba. Nuestras oraciones ascendían al cielo un mínimo
de tres o incluso cinco veces al día, y la paz de Dios descendía con
frecuencia sobre nosotros. Yo no me desalenté en absoluto. Puesto
que por las noches no podía dormir mucho, una gran parte del tiempo
transcurría en oración y alabanza agradecida a Dios por su misericor-
dia. Sentía que la paz de Dios inundaba mi corazón constantemente
y podría decirse que mi paz era como un río. Me alcanzaron prue-
bas inesperadas e imprevistas que, junto con la enfermedad de mi
esposo, estuvieron a punto de postrarme. Pero mi confianza en Dios
no se conmovió. En verdad, era una ayuda presente en todos los
momentos de necesidad.
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Visitamos Healdsburg, St. Helena, Vacaville y Pacheco. Mi es-
poso me acompañaba cuando el tiempo era favorable. El invierno
era muy duro y cuando la salud de mi esposo mejoró y el tiempo
en Míchigan se suavizó, regresó para ingresar en el sanatorio. Allí
mejoró mucho y volvió a escribir para nuestras publicaciones con la
fuerza y la claridad que le eran habituales.
No me atreví a acompañar a mi esposo y cruzar las praderas. Las
constantes preocupaciones y ansiedad, y la incapacidad de dormir,
me causaron preocupantes problemas de corazón. A medida que se
acercaba la hora de separarnos nuestra inquietud aumentaba. Nos
era imposible contener las lágrimas; no sabíamos si volveríamos
a encontrarnos en este mundo. Mi esposo regresaba a Míchigan y
habíamos decidido que era aconsejable que yo visitara Oregon y
diera mi testimonio a aquellos que nunca me habían oído.
Salí de Healdsburg hacia Oakland el 7 de junio. Me reuní con
las iglesias de San Francisco y Oakland en la gran tienda de San
Francisco, en la cual había trabajado el hermano Healey. Sentí la