Página 289 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Experiencias y trabajos
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Quise presentar a la audiencia la gratitud que debemos sentir
por la tierna compasión y el gran amor de Dios. Su bondad y su
gloria impresionaron mi mente de modo muy especial. Me vencía el
sentimiento de su misericordia sin parangón y la obra que llevaba a
cabo, no sólo en Oregón, sino en California y en Míchigan, donde
se encuentran nuestras importantes instituciones, así como en el
extranjero. Jamás seré capaz de describir a otros la imagen que en
esa ocasión impresionó vívidamente mi mente. Por un momento se
me mostró la extensión de la obra y perdí de vista mi entorno. El
momento y las personas a las que me dirigía se desvanecieron. La
luz, la preciosa luz del cielo, brillaba con gran esplendor sobre las
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instituciones que se han enrolado en la solemne y elevada tarea de
reflejar los rayos que el cielo envía sobre ellas.
A lo largo de toda la reunión de campo sentí que el Señor estaba
muy cerca de mí. Cuando se clausuró yo me sentía excesivamente
fatigada, aunque libre en el Señor. Fue un tiempo de trabajo prove-
choso que fortaleció la iglesia para que siguiera en su lucha por la
verdad. Justo antes de que comenzara la reunión, durante la noche,
muchas cosas me fueron abiertas en visión, pero se me ordenó que
guardara silencio y no mencionara el asunto a nadie en ese momen-
to. Después de que se clausurara la reunión, de noche, tuve otra
importante manifestación del poder de Dios.
La tarde del domingo que siguió a la reunión de campo hablé
en la plaza pública. Mi corazón estaba lleno del amor de Dios y
abordé la sencillez de la religión del evangelio. Mi corazón se había
fundido y rebosaba del amor de Jesús y ansiaba presentarlo de tal
manera que todos pudieran quedar hechizados por la amabilidad de
su carácter.
Durante mi estancia en Oregón visité la prisión de Salem acom-
pañada del hermano y la hermana Carter y la hermana Jordan. Cuan-
do llegó la hora del servicio de culto, fuimos conducidos a la capilla.
La abundancia de luz y el aire puro y fresco hacían de ella un lugar
agradable. A una señal dada por la campana, dos hombres abrieron
las grandes puertas de acero y los prisioneros entraron en grupo.
Tras ellos las puertas se volvieron a cerrar y quedaron atrancadas.
Por primera vez en la vida estaba encerrada tras los muros de una
prisión.