Experiencias y trabajos
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nuestro hogar temporal en Walling’s Mills. El sábado siguiente volví
a hablar en la tienda. Siguiendo mis instrucciones, celebramos una
asamblea. Se escucharon testimonios excelentes. Algunos guardaban
por primera vez el sábado. Hablé la tarde del sábado tras la puesta
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de sol y también la tarde del domingo.
Toda nuestra familia excepto nuestro hijo Edson estaba presente
en las montañas. Mi esposo e hijos pensaron que, puesto que yo
estaba demasiado fatigada por haber trabajado casi sin cesar desde
la reunión de campo de Oregón, merecía el privilegio de descansar.
Pero en mi mente resonaba el llamamiento a asistir a las reuniones
de campo de la costa este, en especial a la de Massachussets. Mi
oración era que si era la voluntad de Dios que yo asistiera a esas
reuniones, mi esposo consintiera en el viaje.
Cuando regresamos de Boulder City encontré una carta del her-
mano Haskell pidiéndonos a ambos que asistiéramos a la reunión
de campo, pero si a mi esposo le era imposible, prefería que fuera
yo sola. Leí la carta a mi esposo y esperé su respuesta. Tras unos
momentos de silencio, dijo: “Ellen, tendrás que asistir a la reunión
de campo de Nueva Inglaterra”. Al día siguiente, habíamos hecho
ya el equipaje. A las dos de la madrugada, bajo la luz de la luna,
nos dirigimos a la estación y a las seis y media subimos a bordo del
tren. El viaje fue de todo menos placentero: el calor era intenso y yo
estaba muy fatigada.
Las reuniones de la costa este
Al llegar a Battle Creek supimos que yo debía hablar la tarde
del domingo en la carpa que había sido plantada en los terrenos de
la facultad. Estaba llena a rebosar y mi corazón hizo llamamientos
sinceros a los presentes.
Me quedé en casa muy poco tiempo y, acompañada por la her-
mana Mary Smith Abbey y el hermano Farnsworth, alcé otra vez
el vuelo en dirección a la costa este. Cuando llegamos a Boston,
estaba extenuada. Los hermanos Wood y Haskell nos recibieron en
la estación y nos acompañaron hasta Balard Vale, el lugar donde se
desarrollaría la reunión. Esos viejos amigos nos dieron la bienvenida
con una cordialidad tal, que dadas las condiciones, me dieron reposo.
Hacía demasiado calor, el cambio del clima arrullador de Colorado