Página 299 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Experiencias y trabajos
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Me sentía feliz. Me unía a mi esposo en el trabajo. Aunque
estaba muy fatigada y el corazón me causaba dificultades, el Señor
me dio fuerzas para hablar al pueblo casi cada día, y en algunos
casos dos veces. Mi esposo trabajaba muy duro. Estuvo presente
en casi todas las reuniones económicas y predicó casi cada día con
su estilo claro y conciso. Por mi parte, no pensaba que necesitara
fuerzas para hablar más de dos o tres veces durante la reunión;
pero, a medida que avanzaba, mis fuerzas aumentaban. En varias
ocasiones me mantuve en pie durante varias horas e invité a las
personas a adelantarse para orar. Nunca había sentido la ayuda de
Dios de manera tan evidente como en aquella reunión. A pesar de
los esfuerzos, mi fuerza aumentaba de manera constante. Para gloria
de Dios recojo aquí el hecho de que mi salud era mucho mejor en la
clausura de la reunión que seis meses atrás.
El miércoles de la segunda semana de la reunión, algunos de no-
sotros nos unimos en oración por una hermana que estaba aquejada
de depresión. Mientras orábamos, fue grandemente bendecida. El
Señor parecía muy próximo. Fui arrebatada en visión de la gloria de
Dios y se me mostraron muchas cosas. Luego regresé a la reunión
y, con un solemne sentido de la condición del pueblo, di un breve
resumen de las cosas que me habían sido mostradas. Desde entonces
he escrito algunas en testimonios personales, en llamamientos a los
ministros y en otros artículos que aparecen en este volumen.
Eran reuniones en las que imperaba un solemne poder y un pro-
fundo interés. Algunos que estaban relacionados con nuestra oficina
de publicaciones se convencieron y se convirtieron a la verdad, dan-
do testimonios claros e inteligentes. Los infieles se convencían y
se alineaban bajo la bandera del Príncipe Emmanuel. La reunión
fue una victoria decidida. Antes de su clausura se bautizaron ciento
doce personas.
La semana siguiente a la reunión de campo mi trabajo en la
predicación, la oración y la escritura de testimonios fue aún más
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exigente que durante la reunión misma. Cada día se celebraban
dos o tres reuniones en favor de nuestros ministros. Eran de gran
interés y mucha importancia. Los que llevan el mensaje al mundo
deberían tener una experiencia diaria en los asuntos de Dios y ser
hombres convertidos en todos los sentidos, santificándose con la
verdad que presentan a otros y representando a Jesucristo con sus