Página 30 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
cuando había seguido sencillamente el mandamiento expreso de
Dios. Pero tenía una fe firme en que el Señor los conduciría a la
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seguridad, e hizo frente a los reproches y temores de su pueblo y los
calmó, aun antes de que él mismo pudiese discernir el plan de su
liberación.
En verdad, estaban en un lugar desde el cual no había posibilidad
de liberación a no ser que Dios mismo interviniera en su favor para
salvarlos, pero habían sido llevados a ese desfiladero por obedecer
los mandatos divinos, y Moisés no sentía temor de las consecuencias.
“Moisés dijo al pueblo: No temáis; estad firmes, y ved la salvación
que Jehová hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy
habéis visto, nunca más para siempre los veréis. Jehová peleará por
vosotros, y vosotros estaréis tranquilos”.
Éxodo 14:13-14
.
No era cosa fácil mantener a las huestes de Israel en actitud de
espera ante el Señor. Estaban excitados y llenos de terror. Carecían
de disciplina y dominio propio. Impresionados por el horror de su
situación se tornaron violentos e irrazonables. Esperaban caer pronto
en las manos de sus opresores, y sus lamentos y recriminaciones eran
intensos y profundos. La maravillosa columna de nube los había
acompañado en su viaje y servía para protegerlos de los ardientes
rayos del sol. Todo el día había ido avanzando majestuosamente
delante de ellos, sin que la afectara el sol ni la tormenta, y por la
noche, había llegado a ser una columna de fuego para alumbrarles
su camino. La habían seguido como la señal de Dios para avanzar,
pero ahora se preguntaban si no podría ser la sombra de alguna
calamidad terrible que estaba a punto de caer sobre ellos porque, ¿no
los había conducido al lado equivocado de la montaña, a un camino
infranqueable? De esa manera el ángel del Señor aparecía ante sus
mentes alucinadas como el precursor de un desastre.
Pero entonces, he aquí que al acercarse las huestes egipcias cre-
yéndolos presa fácil, la columna de nube se levantó majestuosamente
hacia el cielo, pasó sobre los israelitas, y descendió entre ellos y los
ejércitos egipcios. Se interpuso como muralla de tinieblas entre los
perseguidos y sus perseguidores. Los egipcios ya no pueden locali-
zar el campamento de los hebreos y se ven obligados a detenerse.
Pero a medida que la oscuridad de la noche se espesaba, la muralla
de nube se convierte en una gran luz para los hebreos, inundando
todo el campamento con el resplandor del día.
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