Página 31 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Avanzad
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Entonces, la esperanza de que podrían ser liberados llenó el
corazón de los israelitas. Y Moisés clamó al Señor, y el Señor le
dijo a Moisés: “¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel
que marchen. Y tú alza tu vara y extiende tu mano sobre el mar, y
divídelo, y entren los hijos de Israel por en medio del mar, en seco”.
Éxodo 14:15-16
.
Entonces Moisés, obedeciendo la orden divina, extendió su vara,
y las aguas se dividieron, manteniéndose como murallas a los lados y
dejando un ancho camino a través del lecho del mar para que pasaran
los hijos de Israel. La luz de la columna de fuego brilló sobre las olas
espumosas y alumbró el camino cortado como un inmenso surco a
través de las aguas del Mar Rojo hasta que se perdía en la oscuridad
de la lejana playa.
Durante toda la noche se oyeron los pasos de los ejércitos de
Israel cruzando el Mar Rojo, pero la nube los ocultaba de la vista
de sus enemigos. Los egipcios, cansados con su marcha apresurada,
habían acampado en la ribera para pasar la noche. Vieron a los
hebreos que estaban a una corta distancia delante de ellos, y como
parecía que no había posibilidad de que escaparan, decidieron tomar
un descanso nocturno para capturarlos fácilmente en la mañana. La
noche era intensamente oscura, las nubes parecían rodearlos como
si fueran una sustancia palpable. Cayó un profundo sueño sobre el
campamento, e incluso los centinelas se durmieron en sus puestos.
¡Finalmente un trompetazo resonante despierta al ejército! ¡La
nube pasa adelante! ¡Los hebreos están avanzando! De la dirección
del mar llegan las voces y el sonido de la marcha. Aun está tan
oscuro que no pueden percibir al pueblo que se escapa, pero se da
la orden de que se preparen para perseguirlo. Se oye el fragor de
las armas, y el rodar de los carros, las órdenes de los capitanes y
el relinchar de los corceles. Por fin se forma la línea de marcha
y avanzan de prisa a través de la oscuridad en la dirección de la
multitud fugitiva.
En las tinieblas y confusión, se apresuran en su persecución,
sin saber que han entrado en el lecho del mar y que están cercados
a ambos lados por prominentes murallas de agua. Anhelan que
se disipe la neblina y las tinieblas, y les dejen ver a los hebreos
donde están. Las ruedas de los carros se hunden en la arena blanda,
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y los caballos se enredan y se vuelven ingobernables. Prevalece