Página 305 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Preparación para la venida de Cristo
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Los que creen que deben predicar una fecha definida a fin de
causar impresión sobre la gente, no actúan de acuerdo con el debido
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punto de vista. Los sentimientos de los oyentes se pueden conmo-
ver y despertarse sus temores; pero no obran basados en buenos
principios. Se crea excitación, y cuando pasa la fecha, como ha su-
cedido repetidas veces, los que se conmovieron por la proximidad
de la misma, recaen en la frialdad, las tinieblas y el pecado, y es
casi imposible despertar su conciencia sin recurrir a alguna gran
excitación.
En el tiempo de Noé, los habitantes del mundo se burlaban de
lo que llamaban los temores y presentimientos supersticiosos del
predicador de la justicia. Se lo denunciaba como un visionario, faná-
tico y alarmista. “Mas como los días de Noé, así será la venida del
Hijo del hombre”.
Mateo 24:37
. Los hombres rechazarán en nuestra
época el solemne mensaje de amonestación como lo rechazaron en
el tiempo de Noé. Se referirán a esos falsos maestros que predijeron
el acontecimiento y citaron la fecha definida, y dirán que no tienen
más fe en nuestra advertencia que en la de ellos. Tal es la actitud del
mundo hoy. La incredulidad está muy difundida y la predicación de
la venida de Cristo es asunto de burla y ridículo. Esto contribuye a
que sea aún más esencial que los que creen en la verdad presente
manifiesten su fe por sus obras. Deben ser santificados por la verdad
que profesan creer porque son en verdad sabor de vida para vida o
de muerte para muerte.
Noé predicó a sus contemporáneos que Dios les daría ciento
veinte años en los cuales podrían arrepentirse de sus pecados y
hallar refugio en el arca. Pero ellos rechazaron la misericordiosa
invitación. Les fue concedido abundante tiempo para apartarse de
sus pecados, vencer sus malas costumbres y adquirir un carácter
justo. Pero la inclinación al pecado, aunque débil al principio en
muchos, se fortaleció por la repetida participación en el pecado, y los
precipitó a una ruina irreparable. La misericordiosa amonestación
de Dios fue rechazada con mofas, burlas y ridículo; y ellos fueron
dejados en tinieblas para seguir el curso que su corazón pecaminoso
había escogido. Pero su incredulidad no impidió que se cumpliese
el acontecimiento predicho. Llegó, y grande fue la ira de Dios que
se mostró en la ruina general.