Página 33 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Avanzad
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No podemos acusar a Moisés de falta alguna porque el pueblo
murmuraba contra su conducta. Era su propio corazón rebelde e
insumiso el que los indujo a censurar al hombre a quien Dios había
nombrado dirigente de su pueblo. Mientras Moisés obraba en el
temor del Señor y según su dirección, con fe plena en sus promesas,
los que debieran haberle sostenido se desalentaron, y no pudieron
ver delante de sí otra cosa que desastre, derrota y muerte.
El Señor trata ahora con su pueblo que cree en la verdad pre-
sente. Quiere producir resultados portentosos, y mientras que su
providencia obra con ese fin, dice a sus hijos: “¡Marchad!” Es cierto
que el camino no está todavía abierto, pero cuando ellos avancen
con la fuerza de la fe y el valor, Dios despejará el camino delante de
sus ojos. Siempre hay quienes se quejan, como el antiguo Israel, y
atribuyen las dificultades de su situación a aquellos a quienes Dios
suscitó con el propósito especial de hacer progresar su causa. No
alcanzan a ver que Dios los está probando mediante estrecheces, de
las cuales solamente su mano puede librarlos.
Hay ocasiones en que la vida cristiana parece rodeada de peligros
y el deber parece difícil de cumplir. La imaginación se figura que
le espera una ruina inminente al frente, y detrás, la esclavitud y la
muerte. Sin embargo, la voz de Dios habla claramente por sobre
todos los desalientos y dice: “¡Marchad!” Debemos obedecer a esta
orden, fuere cual fuere el resultado, aun cuando nuestros ojos no
puedan penetrar las tinieblas y sintamos las frías olas a nuestros pies.
Los hebreos estaban cansados y aterrorizados; sin embargo, si se
hubiesen echado atrás cuando Moisés les ordenó que avanzaran y se
hubiesen negado a acercarse más al mar Rojo, nunca habría abierto
Dios el camino para ellos. Al descender al agua, mostraron que
tenían fe en la palabra de Dios, según la expresara Moisés. Hicieron
cuanto estaba en su poder, y luego el Poderoso de Israel cumplió su
parte y dividió las aguas a fin de abrir una senda para sus pies.
Las nubes que se acumulan en derredor de nuestro camino, no
desaparecerán nunca ante un espíritu vacilante y de duda. La incre-
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dulidad dice: “Nunca podremos superar estos obstáculos; esperemos
hasta que hayan sido suprimidos o podamos ver claramente nuestro
camino”. Pero la fe nos insta valientemente a avanzar, esperándo-
lo y creyéndolo todo. La obediencia a Dios traerá seguramente la