Página 332 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

Basic HTML Version

328
Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
de modo que constituyan una falsedad. Algunos son verdaderos
maestros en estas lides y querrán justificar su alejamiento de la
estricta veracidad. Algunos, con el fin de destruir o dejar maltrecha la
reputación de alguien, con malicia calculada, maquinarán falsedades
que la perjudiquen. Se miente en beneficio propio en la compra y la
venta de bienes, ganado o cualquier tipo de mercancía. Los hombres
que desean aparentar lo que no son mienten por exageración. Una
historia no puede pasar por sus manos sin que la adornen. ¡Cuánto
se ha hecho en el mundo cuyos autores quisieron luego haber podido
deshacerlo! Pero el registro de las palabras y los hechos en los libros
del cielo contará la triste historia de falsedades dichas y hechas.
La falsedad y el engaño de cualquier clase es un pecado contra el
Dios de verdad. La palabra de Dios es clara respecto de estos puntos.
“No hurtaréis, y no engañaréis ni mentiréis el uno al otro”.
Levítico
19:11
. “Todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde
con fuego y azufre, que es la muerte segunda”.
Apocalipsis 21:8
.
Dios es el Dios de la sinceridad y la verdad. La palabra de Dios es
un libro de verdad. Jesús es el testigo fiel y verdadero. La iglesia
es testigo y campo de verdad. Todos los preceptos del Altísimo
son completamente verdaderos y justos. Así pues, ¿cómo verá la
prevaricación y la exageración o el engaño? La lepra, que sólo podía
acabar con la muerte, fue el castigo para el siervo de Eliseo que
mintió porque codiciaba los dones que el profeta había rechazado.
Ni siquiera la vida debe ser mercadeada con mentiras. Los már-
tires podrían haber negado la verdad con una simple palabra o una
inclinación de la cabeza y así salvar sus vidas. Habría bastado con
que consintieran en que se arrojara un solo grano de incienso en el
altar de los ídolos para que se hubieran salvado del potro de tortura,
el catafalco o la cruz. Aun así, no quisieron que hubiera falsedad
en sus palabras y sus actos, por más que hacerlo les hubiera garan-
tizado la vida. Con la mente clara, prefirieron la prisión, la tortura
y la muerte antes que librarse de ellas con el engaño, la falsedad
y la apostasía. Mediante la fidelidad y la fe en Cristo obtuvieron
vestiduras inmaculadas y coronas de piedras preciosas. A ojos de
Dios sus vidas fueron ennoblecidas y elevadas porque, en las peores
circunstancias, se mantuvieron firmes por la verdad.
[331]
Los hombres son mortales. Pueden ser piadosos con sinceridad y
aun así cometer muchos errores en su comprensión y tener muchos