Página 340 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

Basic HTML Version

336
Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
recibido con mucha humildad y continuo regocijo. Para ser felices
deben controlar sus pensamientos y sus palabras. Ello requerirá un
esfuerzo supremo; sin embargo, para que sean reconocidos como
hijos de Dios, es imprescindible. No desfallezcan. Satanás presenta
batalla por sus almas y no puede vencer.
Cuando usted, hermano F, empieza a trabajar en un lugar, por
lo general, suele ganarse la confianza de las personas. Pero después
de un tiempo de relación, sus defectos se hacen tan evidentes que
muchos desconfían de su piedad. Así, todos los ministros de la de-
nominación son juzgados por el mismo rasero. Una corta estancia en
un lugar no pondría en peligro su reputación. Cuando está ocupado
en el trabajo sincero, sometido a presión por influencias opuestas,
su mente se abstrae en el trabajo y no tiene ni tiempo ni oportunidad
de pensar y reflexionar sobre usted mismo. Pero cuando el trabajo
se acaba y usted empieza a pensar en usted mismo, como es natural
en usted, se abandona a sus caprichos y se vuelve infantil y brusco,
y su carácter se agria; y así se malogra la obra de Dios. En la iglesia
manifiesta el mismo espíritu y por lo tanto su influencia es suma-
mente dañina para la comunidad; tanto, que en algunos casos no hay
remedio posible. A menudo ha mostrado un comportamiento infan-
til, incluso cuando trabajaba para convertir almas a la verdad. Los
que eran testigos se llevaron una terrible impresión. Ahora puede
escoger entre ser un hombre consagrado, tanto en casa, en la familia,
como en la iglesia, siempre tierno y paciente; o puede escoger no
establecerse por mucho tiempo en ninguna iglesia, ya que, de lo
contrario, sus defectos se harían evidentes y el Redentor a quien
usted profesa amar y servir se vería deshonrado.
La fe de Moisés lo condujo a mirar a las cosas que no se ven, las
cuales son eternas. Abandonó los espléndidos atractivos de la vida
en la corte porque allí estaba el pecado. Abandonó los aparentes
bienes presentes que sólo podían conducir a la ruina y la destrucción.
Los verdaderos atractivos, los eternos, tenían gran valor para él.
Los sacrificios de Moisés, en realidad, no eran sacrificios. Para él
[339]
era cambiar unos bienes presentes de aspecto engañoso por otros
seguros, elevados e inmortales.
Moisés soportó la reprensión de Cristo porque la consideraba
una riqueza mayor que todos los tesoros de Egipto. Creyó lo que
Dios había dicho y no cedió a las influencias que querían desviarlo