Página 347 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Equidad en los negocios
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El mundo, los ángeles y los hombres lo ven como un estafador,
como un hombre que busca su propio interés y se asegura ventajas
sin mirar cuidadosamente y a conciencia por el interés de aquellos
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con quienes tiene tratos. En su vida de hombre de negocios hay
una vena de deshonestidad que empaña el alma y empequeñece la
experiencia religiosa y el crecimiento en la gracia. Su astuto ojo para
los negocios está siempre al acecho para aprovechar las mejores
oportunidades de asegurarse un trato favorable para usted. Esta
tendencia malévola se ha convertido en una segunda naturaleza para
usted, por lo que no se da cuenta del mal que causa al favorecerla.
Los negocios en los cuales otros, además de usted mismo, obtu-
vieran ganancias justas y sin desviación serían correctos siempre y
cuando fuesen honorables. El Señor habría aceptado sus servicios y
usado su capacidad y su astuta percepción, para asegurar la salva-
ción de las almas si usted se hubiese santificado con la verdad. El
ansia de ganancias ha combatido contra el Espíritu. Los hábitos y
la cultura de años han dejado su huella deforme en su carácter y lo
han hecho inapto para la obra de Dios. Siente un deseo irrefrenable
por el comercio. Si estuviera santificado para el servicio de Dios,
usted sería un obrero sincero y perseverante para el Maestro; pero
el mal uso que ha dado a su talento ha puesto en peligro su alma.
Otros también se encuentran en peligro de perderse por causa de su
influencia.
Algunas veces, la razón y la conciencia protestan enérgicamente
y se siente desdichado a causa de su comportamiento. Su alma
ansía la seguridad y la santidad del cielo. El griterío del mundo le
parece repulsivo y lo aleja y abriga al Espíritu de Dios. Entonces, su
tendencia mundana entra de nuevo en acción y toma el control. Con
toda seguridad, usted deberá enfrentarse a los asaltos de Satanás.
Prepárese para resistir firmemente su inclinación.
Mientras el apóstol Pablo estaba entre los muros pestilentes y
húmedos de la prisión, víctima de la enfermedad, deseaba mucho
ver a Timoteo, su hijo en el evangelio, y dejarle su testamento. No
esperaba la liberación de las cadenas sin antes haber entregado
el alma. El corazón del perverso Nerón era satánico; bastaría una
palabra suya o un simple gesto para que la vida del apóstol fuese
segada. Pablo urgió la presencia inmediata de Timoteo, aunque
temía que no llegaría a tiempo de recibir el último testimonio de sus