Página 349 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Equidad en los negocios
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Cristo. En él debe estar el amor de Cristo, o no podrá estar en la Vid.
El amor supremo hacia Dios y el amor hacia nuestro prójimo, igual
al que tenemos para con nosotros mismos, es la base de la verdadera
religión.
Cristo pregunta a cada uno de los que profesan su nombre: “¿Me
amas?”
Juan 21:16, 17
Si amamos a Jesús, amaremos las almas por
las cuales murió. Puede ser que alguien no tenga un aspecto muy
agradable, tal vez sea deficiente en muchos aspectos; pero si tiene
fama de honrado e íntegro, conquistará la confianza de los demás. El
amor a la verdad y la confianza que los hombres pueden depositar
en él superarán los rasgos objetables de su carácter. Ser dignos de
confianza en nuestro puesto y vocación, estar dispuestos a negarnos
a nosotros mismos para beneficio de los demás, impartirá paz al
espíritu y nos brindará el favor de Dios.
Los que quieran andar detenidamente en las pisadas de su abne-
gado Redentor reflejarán en su manera de ser la de Cristo. La pureza
y el amor de Cristo resplandecerán en su vida diaria y su carácter y
la mansedumbre y la verdad guiarán sus pies. Toda rama fructífera
se podará para que dé más fruto. Aun las ramas fructíferas pueden
ostentar demasiado follaje y aparentar lo que en realidad no son. Los
seguidores de Cristo pueden hacer alguna obra para el Maestro, y sin
embargo no estar haciendo ni la mitad de lo que podrían hacer. Así
pues, él los poda, porque la mundanalidad, la indulgencia propia y el
orgullo se manifiestan en su vida. Los viñadores cortan los pámpa-
nos sobrantes de las vides y los zarcillos que se aferran a la maleza
de la tierra, y así las hacen más fructíferas. Estas causas de estorbo
deben eliminarse y cortarse todo lo defectuoso que ha crecido de
más para dejar lugar a los rayos sanadores del Sol de Justicia.
Dios quiso que por medio de Cristo el hombre caído tuviese
otra oportunidad. Muchos no entienden el propósito para el cual
fueron creados. Lo fueron para beneficiar a la humanidad y glori-
ficar a Dios, más bien que para glorificarse y gozar de sí mismos.
Dios poda constantemente su pueblo y corta las ramas que se ex-
tienden profusamente, a fin de que lleven frutos para su gloria y no
produzcan solamente hojas. Dios nos poda mediante el pesar, las
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desilusiones y la aflicción, a fin de que disminuya el desarrollo de
los rasgos perversos del carácter y para que los rasgos superiores
tengan oportunidad de desarrollarse. Debemos renunciar a los ídolos,