Página 353 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Equidad en los negocios
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mantendrá firme como una roca y todos los poderes de Satanás
serán incapaces de apartarla de su integridad. La verdad que se nos
muestra en Jesús es un muro de fuego que rodea el alma que se
aferra a él. Sobre nosotros lloverán tentaciones porque debemos ser
probados mediante ellas durante el tiempo de gracia que nos ha sido
asignado. Es la prueba de Dios, la revelación de nuestros corazones.
No hay pecado en resistir las tentaciones, sino que el pecado aparece
cuando cedemos a ellas.
Si hubiera empleado sus aptitudes y sus habilidades en la salva-
ción de las almas y en esparcir la verdad entre los que se encuentran
en las tinieblas, del mismo modo en que las empleó para aumentar
sus posesiones terrenales, tendría muchas estrellas en la corona de
su gozo en el reino de gloria. Sin embargo, pocos son los que se
mantienen tan fieles en sus intereses temporales como en el servicio
a Dios. El propósito resuelto conseguirá el fin deseado. Muchos no
sienten que la prudencia, la corrección y la destreza sean esenciales
tanto en la obra de Dios como en sus negocios temporales. La mente
y el corazón de los que profesan creer la verdad debe ser elevada,
refinada, noble y espiritual. La obra de educación de la mente para
este gran e importante propósito se descuida terriblemente. La obra
de Dios se lleva a cabo con negligencia, pereza e incompetencia
porque demasiado a menudo se deja al capricho de los sentimientos
antes que se someta a unos principios y a un objetivo santos.
Es muy necesario que los hombres y las mujeres que conocen
la voluntad de Dios aprendan a ser obreros de éxito en su causa.
Deben ser personas de maneras pulcras, con entendimiento, sin el
engañoso brillo externo y la risueña afectación mundanas, sino que
deben poseer el refinamiento y la verdadera cortesía que lleva el
perfume del cielo, los cuales poseerá el cristiano que participe de la
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naturaleza divina. La carencia de verdadera dignidad y refinamiento
cristiano que se da entre las filas de los observadores del sábado
nos es contraria como pueblo y hace que la verdad que profesamos
sea insulsa. La tarea de educación de la mente y las maneras debe
ser orientada hacia la perfección. Si los que profesan la verdad no
aprovechan los privilegios y las oportunidades que se les presentan
para crecer hasta la total estatura de hombres y mujeres en Jesucristo,
no honrarán la causa de la verdad ni honrarán a Cristo.