Página 361 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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La religión en la vida diaria
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Decídase a cambiar definitivamente y desempeñe un papel digno del
intelecto con que lo ha dotado Dios.
Cuando se me mostró la condición actual del hombre con res-
pecto a sus facultades físicas, mentales y morales y lo que podría
ser por los méritos de Cristo, quedé estupefacta por el bajo nivel que
él mostraba. El hombre puede crecer en Cristo, su cabeza vivien-
te. No es tarea de un momento, sino de toda una vida. Creciendo
diariamente en la vida divina, no alcanzará la completa estatura de
un hombre perfecto en Cristo hasta que cese su tiempo de prueba.
El crecimiento es una tarea continua. Los hombres con pasiones
encendidas están constantemente en conflicto consigo mismos, pero
cuanto más dura sea la batalla tanto más gloriosas serán la victoria y
la recompensa eterna.
Hermano, usted está relacionado con la oficina de publicaciones.
En ese cargo se desarrollarán sus particulares rasgos de carácter.
Debe recibir con alegría las pequeñas cortesías de la vida. Un tem-
peramento plácido y amigable, mezclado con un firme principio de
justicia y honestidad, harán de usted un hombre de influencia. Ahora
es tiempo de obtener la idoneidad moral para el cielo. La iglesia a la
cual pertenece debe tener la refinadora y elevadora gracia de Cristo.
Dios exige a sus seguidores que sean hombres de buena reputación,
a la vez que son puros, elevados y honestos; amables y fieles a un
tiempo. Es esencial ser justo en los asuntos primordiales, pero no hay
excusa para mostrarse indulgente en las cosas aparentemente menos
importantes. Los principios de la ley de Dios se deben desarrollar en
la vida y en el carácter. Un temperamento amigable, combinado con
una firme integridad y fidelidad, constituirá la idoneidad moral para
cualquier cargo. El apóstol Pedro nos exhorta: “Sed [...] amigables”.
1 Pedro 3:8
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Debemos ser alumnos de la escuela de Cristo. No podremos
imitar su ejemplo a menos que nuestra disposición sea placentera y
nuestro comportamiento sea benigno. Debemos cultivar la verdadera
cortesía cristiana. Nadie más puede disminuir nuestra influencia
como nosotros mismos mediante la indulgencia y el temperamento
incontrolable. Un hombre de naturaleza petulante no conoce la
verdadera felicidad y raramente se siente satisfecho. Siempre ansía
alcanzar una posición más favorable para conseguir paz y reposo
para la mente. Su vida parece cargada con pesadas cruces y pruebas