Página 37 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Complacencia del apetito
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generación; esto trae angustia y sufrimientos al mundo, y no es otra
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cosa que una repetición de la caída del hombre.
La transgresión continua de las leyes de la naturaleza es una
transgresión continua de la ley de Dios. El actual peso de sufrimien-
to y angustia que vemos por doquiera, la deformidad, decrepitud,
enfermedades e imbecilidad que en la actualidad abundan en el mun-
do, lo hacen ser, en comparación con lo que podría ser y lo que Dios
deseaba que fuese, un lazareto; y los miembros de la generación ac-
tual son débiles en sus capacidades físicas, mentales y morales. Toda
esta miseria se ha acumulado de generación en generación debido a
que el hombre caído quebranta la ley de Dios. Por la indulgencia del
apetito pervertido se cometen pecados de la mayor magnitud.
El gusto que se crea por el tabaco, ese veneno inmundo y re-
pugnante, despierta el deseo de consumir estimulantes más fuertes,
como el licor el cual se consume bajo una u otra disculpa, para tratar
alguna enfermedad imaginaria o para prevenir alguna posible enfer-
medad. De ese modo, se despierta un apetito antinatural por esos
estimulantes dañosos y excitantes; y este apetito ha fortalecido hasta
que el aumento de la intemperancia en esta generación es alarmante.
Por todas partes se ven individuos que beben licor y que aman toda
clase de bebidas alcohólicas. Su intelecto está debilitado, su fuerza
moral disminuida, sus sensibilidades entontecidas, y los derechos de
Dios y del cielo no se distinguen, ni se aprecian las cosas eternas.
La Biblia declara que ningún borracho heredará el reino de Dios.
El tabaco y el licor entontecen y corrompen a quienes los usan.
Pero el mal no se detiene allí. El que usa estas sustancias transmite
temperamentos irritables, sangre contaminada, intelectos debilita-
dos, y debilidad moral a sus hijos, y se hace culpable de todos los
malos resultados que su estilo de vida disipado y equivocado traen
sobre su familia y la comunidad. La raza humana gime bajo el peso
de la aflicción acumulada debido a los pecados de generaciones
pasadas. Y sin embargo, los hombres y mujeres de la presente gene-
ración, casi sin pensar ni preocuparse de su conducta, se entregan
a la intemperancia por sus excesos y borracheras, por lo cual dejan
como legado para la próxima generación, enfermedad, intelectos
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debilitados y contaminación moral.
La intemperancia de cualquier tipo es la peor clase de egoísmo.
Quienes verdaderamente temen a Dios y guardan sus Mandamientos