Página 371 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Consagración en los ministros
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así, muchos serán capaces de apreciar el resultado de esos esfuerzos.
Verán a Cristo revelado en su vida diaria. Será una epístola viviente,
conocida y leída por todos los hombres, y poseerá un carácter si-
métrico y noblemente desarrollado. “Aprended de mí”, dijo Cristo,
“que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para
vuestras almas”.
Mateo 11:29
. Él instruirá a todos los que acudan a
él en busca de conocimiento. En el mundo hay multitud de falsos
maestros. El apóstol declara que en los últimos días los hombres,
“teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros” (
2 Timoteo
4:3
), a causa de su deseo de oír palabras agradables. Contra ellos,
Cristo nos advirtió: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen
a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapa-
ces. Por sus frutos los conoceréis”
Mateo 7:15, 16
. Los maestros
religiosos de la clase que aquí se describe profesan ser cristianos.
Tienen una piedad formal y aparentan trabajar por el bien de las
almas y, sin embargo, son de corazón avaricioso, soberbio y amante
de la comodidad; siguen los dictados de sus propias corazones sin
consagrar. Están en conflicto con Cristo y sus enseñanzas y están
destituidos de su espíritu manso y humilde.
El predicador que lleva la sagrada verdad para estos últimos
días debe ser todo lo contrario a esto y, mediante su vida de piedad
práctica, debe manifestar claramente la distinción que existe entre el
pastor falso y el verdadero. El Buen Pastor vino a buscar y salvar lo
que se había perdido. Sus obras manifiestan su amor por sus ovejas.
Todos los pastores que trabajan a las órdenes del Pastor supremo
poseerán sus características; serán mansos y humildes de corazón.
La fe semejante a la de los niños trae reposo al alma, trabaja por
amor y siempre se interesa por los otros. Si el Espíritu de Cristo
mora en ellos, serán semejantes a Cristo y harán las obras de Cristo.
Muchos que profesan ser ministros de Cristo se han equivocado de
amo. Afirman que sirven a Cristo y no se dan cuenta de que se están
reagrupando bajo la bandera de Satanás. Quizá tengan sabiduría
mundana y ansíen la contienda y la vanagloria, por lo que harán que
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sus esfuerzos se conviertan en espectáculo; sin embargo, son inútiles
para Dios. Los motivos que empujan a la acción imprimen carácter
a la obra, aunque los hombres no disciernan la deficiencia, Dios se
da cuenta de ella.