Página 375 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Consagración en los ministros
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a algo que no se me ha mostrado únicamente en su caso, sino en
centenares de casos parecidos. Por lo tanto, cuando lo veo caer en
el mismo error en el que caen muchos padres del mundo que tienen
su misma edad, no puedo excusar su negligencia del deber. Tiene
una hija, una alma confiada a su cuidado. Pero cuando, formando
a esa única hija, muestra una debilidad y una falta de sabiduría
tan manifiestas siguiendo sus propias ideas en lugar de la norma
bíblica, ¿cómo puede esperar que se confíe en usted para enseñar y
dirigir asuntos en los que están involucrados los intereses eternos de
muchos?
Me dirijo a ambos, a usted y a su esposa. Mi responsabilidad
en la causa y la obra de Dios me exige que hable en cuestiones de
disciplina. Su ejemplo en los asuntos domésticos serán causa de
un gran perjuicio para la causa de Dios. El campo del evangelio es
el mundo. Desean sembrar el campo con la verdad del evangelio,
esperando que Dios riegue la simiente para que la siembra dé fruto.
Se han comprometido a ocuparse de una pequeña parcela de terreno,
pero han permitido que en el jardín de su propia casa crezcan zarzas
y espinas mientras estaban ocupados en desbrozar los jardines aje-
nos. No es tarea liviana, sino de mucha importancia. Hermano, usted
predica el evangelio a los demás, practíquelo en casa. Está permi-
tiendo las pasiones y los caprichos de una hija perversa y al hacerlo
cultiva rasgos de carácter que Dios detesta y harán que su hija sea
infeliz. Satanás se aprovecha de su negligencia y controla la mente.
Le queda mucho por hacer para demostrar que entiende los deberes
que recaen sobre un padre cristiano que desea moldear el carácter
de sus hijos según el Modelo divino. Si hubiera empezado esa obra
en su más tierna infancia ahora le sería fácil y la niña sería mucho
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más feliz. Pero sometida a su disciplina, la voluntad y la perversidad
de su hija se han fortalecido. Ahora será precisa una gran severidad
y un esfuerzo más constante y perseverante para deshacer lo que
han hecho. Si es incapaz de gobernar a una niña pequeña, que es su
deber especial, no dispondrá de la sabiduría necesaria para gobernar
los intereses espirituales de la iglesia de Cristo.
En los mismos cimientos de su experiencia hay errores que
deben ser erradicados. Sea alumno de la escuela de Cristo. Abra los
ojos para discernir dónde reside la dificultad y luego apresúrese a
arrepentirse de esas cosas y empiece a trabajar desde un punto de