Página 383 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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El juicio
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el poder de la muerte, abrir su cárcel y franquearos las puertas de
la vida. Me sometí a la vergüenza y la agonía porque os amaba con
amor infinito, y quería hacer volver al paraíso de Dios, al árbol de
la vida, a mis ovejas extraviadas. Habéis despreciado esta vida de
bienaventuranzas que compré para vosotros a un precio tan elevado.
Habéis rehuido la vergüenza, el oprobio y la ignominia que llevó
vuestro Maestro por vosotros. No habéis apreciado los privilegios
que fueron puestos a vuestro alcance por su muerte. No quisisteis
participar de sus sufrimientos, y no podéis ahora participar de su
gloria”.
Entonces se pronunciaron estas palabras solemnes: “El que es
injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo toda-
vía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo,
santifíquese todavía”.
Apocalipsis 22:11
. El libro se cerró luego,
y cayó el manto de la persona que estaba sentada sobre el trono,
revelando la terrible gloria del Hijo de Dios.
La escena se disipó después y me encontré nuevamente en la
tierra, inefablemente agradecida de que el día de Dios no había
venido todavía, y que aún se nos concede un precioso tiempo de
gracia en el cual podemos prepararnos para la eternidad.
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