Página 384 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Nuestras publicaciones
Nuestras agencias de publicación no se han ocupado con la de-
bida atención de algunos asuntos de gran importancia. Los hombres
que detentan cargos importantes deberían haber diseñado planes
para que nuestros libros circularan en lugar de permanecer en las
estanterías, muriendo nada más al salir de la prensa. Nuestra gente
está perdiendo la iniciativa y no siguen la creciente providencia de
Dios.
Muchas de nuestras publicaciones han sido lanzadas al merca-
do con unas cifras tan bajas que los beneficios no son suficientes
para sostener la agencia y mantener un nivel continuo de ingresos.
Además, los miembros de nuestro pueblo que no están encargados
especialmente de ninguna de las ramas de la obra en Battle Creek
y Oakland no reciben información respecto de las necesidades de
la causa y del capital necesario para mantener activo el negocio.
No entienden las obligaciones financieras por pérdidas ni los gastos
diarios que se dan en esas instituciones. Aparentemente piensan
que las cosas se mueven sin excesivas preocupaciones ni grandes
inversiones, por lo que piden precios bajos para nuestras publicacio-
nes, lo que reduce alarmantemente los márgenes económicos. Por
añadidura, después de la reducción de precios a cifras casi ruinosas,
manifiestan un escasísimo interés por incrementar las ventas de los
mismos libros para los que ellos han pedido precios económicos.
Una vez conseguido el objetivo, se olvidan de la carga, cuando debe-
rían mostrar un sincero interés y una preocupación real por impulsar
la venta de publicaciones, sembrando mediante ellas las semillas de
verdad y llevando ingresos a las agencias para que los inviertan en
nuevas publicaciones.
Ha habido una gran desatención del deber por parte de los mi-
nistros, al no interesar a las iglesias de las localidades en las que
trabajan con respecto a este asunto. Una vez se han reducido los pre-
cios, es muy difícil volver a incrementarlos porque los hombres de
mente estrecha clamarán: “¡Especulación!” sin discernir que nadie
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