Página 385 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Nuestras publicaciones
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obtiene un beneficio económico y que los instrumentos de Dios no
deben ser inmovilizados por falta de capital. Los libros que debe-
rían tener una amplia difusión, permanecen inútiles, en las agencias
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de publicación porque no se ha manifestado interés suficiente para
distribuirlos.
La prensa es un poder, pero si sus productos perecen por falta
de hombres que quieran ejecutar los planes para distribuirlos am-
pliamente, ese poder se pierde. Mientras que, por un lado hubo una
pronta previsión para discernir la necesidad de invertir en instala-
ciones para multiplicar los libros y los opúsculos, por otro se han
descuidado los planes para recuperar las inversiones de manera que
fuera posible producir más publicaciones. El poder de la palabra im-
presa, con todas sus ventajas, está en sus manos. Pueden usarlo para
obtener los mejores resultados o pueden permanecer semidormidos
y a merced de la inactividad, y perder las ventajas que podrían haber
ganado. Con un juicioso cálculo pueden extender la luz vendiendo
libros y folletos. Pueden enviarlos a millares de familias que ahora
se encuentran en las tinieblas del error.
Otros editores tienen sistemas regulares para introducir en el
mercado libros de interés superfluo. “Los hijos de este siglo son
más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz”.
Lucas 16:8
. Casi a diario se presentan oportunidades de oro para
que los silenciosos mensajeros de la verdad fuesen presentados a las
familias y a las personas. Sin embargo, los indolentes e irreflexivos
no aprovechan ninguna de esas oportunidades. Los predicadores
vivos son pocos. Donde tendría que haber cien sólo hay uno. Muchos
cometen un grave error al no empeñar sus talentos en la búsqueda
de la salvación de las almas de sus congéneres. Cientos de hombres
deberían enrolarse en la tarea de llevar la luz por todas las ciudades,
pueblos y aldeas. Debemos agitar la conciencia pública. Dios dice:
“Enviad la luz a todos los rincones del campo”. Él ha dispuesto que
los hombres sean canales de luz y la lleven a aquellos que están en
tinieblas.
En todas partes se necesitan misioneros. Los colportores deben
ser seleccionados no entre el elemento sobrante de la sociedad, no
entre los hombres y mujeres que no son buenos para nada y de ello
han hecho una ventaja, sino entre los que tienen un buen trato, tacto,
visión de futuro y capacidad. Quienes deseen tener éxito como col-