Página 392 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

Basic HTML Version

388
Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
La obra del ministro apenas empieza cuando se presenta la ver-
dad al entendimiento de la gente. Cristo es nuestro Mediador y Sumo
[389]
Sacerdote en presencia del Padre. Se reveló a Juan como el Cordero
inmolado, como si hubiera estado en el mismo acto de derramar su
sangre en favor del pecador. Cuando al oyente se le presenta la ley de
Dios, mostrándole la profundidad de sus pecados, debe señalársele
el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Debe enseñársele
el arrepentimiento para con el Padre y la fe para con nuestro Señor
Jesucristo. Así estará la labor del representante de Jesús en armonía
con la obra que nuestro Salvador realiza en el santuario celestial.
Los ministros alcanzarían muchos más corazones si se detuvie-
ran más en la piedad práctica. Con frecuencia, cuando se hacen
esfuerzos para introducir la verdad en campos nuevos, la labor es
casi completamente teórica. La gente queda perturbada. Ve la fuerza
de la verdad y anhela obtener un fundamento seguro. Cuando se han
serenado sus sentimientos es el momento, más que en ningún otro,
de presentar con insistencia la religión de Cristo a la conciencia; pe-
ro demasiado a menudo se ha permitido que la serie de conferencias
termine sin que se hiciera esta obra a favor de las personas que la
necesitaban. Aquel esfuerzo resultó demasiado parecido a la ofrenda
de Caín: No tenía la sangre expiatoria para hacerlo aceptable para
Dios. Caín obraba bien al presentar una ofrenda, pero dejó a un lado
todo lo que le daba valor: la sangre de la expiación.
Es un hecho triste que muchos se entretengan tanto en la teoría
y tan poco en la piedad práctica debido a que Cristo no mora en
su corazón. No tienen relación viva con Dios. Muchas almas se
deciden en favor de la verdad por el peso de la evidencia, sin haberse
convertido. No se dieron discursos prácticos en relación con los
doctrinales para que los oyentes viesen la hermosa cadena de la
verdad, se enamoraran de su Autor y se santificaran por la obediencia.
El ministro no ha consumado su obra hasta no haber convencido a
sus oyentes de la necesidad de cambiar de carácter de acuerdo con
los puros principios de la verdad que han recibido.
Debemos sentir pánico ante la religión formal porque en ella
no hay Salvador. Cristo pronunció discursos claros, íntimos, escru-
tadores y prácticos. Sus embajadores deben seguir su ejemplo en
cada discurso. Cristo y su Padre eran uno; a todos los requerimien-
[390]
tos del Padre, Cristo daba alegremente su aquiescencia. Él tenía