Página 394 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
instruirlos y conducirlos paso a paso, dejándoles sentir la carga de
responsabilidad de hacer la obra que Dios les reserva que recae
sobre ellos. Se debe insistir una y otra vez acerca del hecho de que
nadie podrá resistir a la tentación, responder al propósito de Dios, y
vivir la vida de un cristiano, a menos que asuma su obra, sea grande
o pequeña, y haga ese trabajo con fidelidad consciente. A todos
les corresponde cierta obra además de ir a la iglesia y escuchar la
Palabra de Dios. Deben practicar la verdad oída llevando a cabo
sus principios en su vida diaria. Deben trabajar constantemente
para Cristo, no por motivos egoístas, sino con el deseo sincero de
glorificar a Aquel que hizo todo sacrificio para salvar al hombre de
la ruina.
Los ministros deben inculcar a todos los que aceptan la verdad
que deben tener a Cristo en sus hogares; que necesitan su gracia
y sabiduría para guiar y dominar a sus hijos. Parte de la obra que
Dios les ha dejado es educar y disciplinar a estos hijos, trayéndolos
a sujeción. Manifiéstense la bondad y la cortesía del ministro en su
trato con los niños. Siempre deben tener presente que son hombres
y mujeres en miniatura, miembros jóvenes de la familia del Señor.
Pueden estar muy cerca del Maestro y serle muy caros y, si se los
instruye y disciplina debidamente, le prestarán servicio aun en su
juventud. Cristo se siente entristecido por cada palabra dura, severa
y desconsiderada que se dirija a los niños. No se respetan siempre
sus derechos y se los trata con frecuencia como si no tuviesen un
carácter que necesita desarrollarse debidamente a fin de que no se
tuerzan y fracase el propósito de Dios en su vida.
Desde niño, Timoteo conocía las Escrituras; este conocimiento
le salvaguardó de las malas influencias que lo rodeaban y de la
tentación a escoger el placer y la complacencia egoísta antes que el
deber. Todos nuestros hijos necesitan una salvaguardia semejante;
y debe ser parte de la obra de los padres y de los embajadores de
Cristo cuidar de que los niños estén debidamente instruidos en la
Palabra de Dios.
Si el ministro quiere recibir la aprobación de su Señor, debe tra-
bajar con fidelidad para presentar a cada hombre perfecto en Cristo.
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Por su manera de trabajar, no debe dar la impresión de que poco le
importa si los hombres aceptan o no la verdad y practican la piedad
verdadera; al contrario, la fidelidad y la abnegación manifestadas