Página 395 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Los embajadores de Cristo
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en su vida deben ser tales que convenzan al pecador de que hay
intereses eternos en juego y que su alma está en peligro, a menos
que responda a la ferviente labor realizada en favor suyo. Los que
han sido llevados del error y las tinieblas a la verdad y la luz tienen
que experimentar grandes cambios y, a menos que la necesidad de
una reforma cabal se grabe en la conciencia, serán como el hombre
que se miró en el espejo, la ley de Dios, y descubrió los defectos de
su carácter moral, pero luego se fue y olvidó qué clase de hombre
era. La mente debe conservar un vivo sentido de la responsabilidad.
De otro modo, recaerá en un estado de negligencia más completa
que antes de que se la despertara.
La obra de los embajadores de Cristo es mucho mayor y de más
responsabilidad de lo que muchos sueñan. Aquellos no deben quedar
satisfechos con su éxito a menos que puedan, por sus fervientes
labores y la bendición de Dios, presentarle cristianos útiles, que
tengan un verdadero sentido de su responsabilidad y que hagan la
obra que se les ha señalado. La debida labor e instrucción tendrán
por resultado poner en condición de trabajar a aquellos hombres y
mujeres cuyo carácter es fuerte y cuyas condiciones son tan firmes
que no permiten que nada de un carácter egoísta los estorbe en su
trabajo, disminuya su fe o los aparte del deber. Si el ministro ha
instruido debidamente a los que estaban bajo su cuidado, cuando
él salga rumbo a otros campos de trabajo, la obra no se disgregará,
sino que quedará firmemente unida y segura. A menos que quienes
reciban la verdad se conviertan cabalmente y haya un cambio radical
en su vida y su carácter, el alma no estará firmemente ligada a la Roca
eterna; y después que cese el trabajo del ministro y haya pasado
la novedad, la impresión se borrará, la verdad perderá su poder
fascinante y dichas personas no ejercerán ya ninguna influencia
santa, ni serán mejores por profesar la verdad.
Me asombra que teniendo delante de nosotros los ejemplos de
lo que el hombre puede ser y hacer no nos sintamos estimulados a
esforzarnos para emular más las buenas obras de los justos. Todos
no pueden ocupar una posición eminente; pero todos pueden ocupar
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puestos de utilidad y confianza, y pueden, por su fidelidad perseve-
rante, hacer mayor bien de lo que se imaginan. Los que abrazan la
verdad deben buscar una clara comprensión de las Escrituras y un
conocimiento experimental de un Salvador vivo. El intelecto debe