Página 396 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
cultivarse, la memoria debe ponerse a contribución. Toda pereza
intelectual es pecado y el letargo espiritual es muerte.
!Oh, si pudiese disponer de un lenguaje suficientemente vigoro-
so para causar la impresión que deseo en mis colaboradores en el
Evangelio! Hermanos míos, estáis manejando las palabras de vida;
estáis tratando con mentes que son capaces del más alto desarrollo
si se las dirige en el debido cauce. En los discursos que se presentan
hay demasiada exhibición del yo. El Cristo crucificado, el Cristo
que ascendió a los cielos, el Cristo que va a volver, debe enternecer,
alegrar y llenar la mente del ministro del Evangelio de tal manera
que presente estas verdades a la gente con amor y fervor profundo.
El ministro se perderá entonces de vista y Jesús será magnificado. La
gente quedará impresionada con estos temas absorbentes, y hablará
de ellos y los alabará en vez de alabar al ministro, el mero instru-
mento. Si la gente, mientras alaba al predicador, tiene poco interés
en la Palabra, éste puede saber que la verdad no está santificando su
propia alma. No habla a sus oyentes de manera que honre a Cristo y
magnifique su amor.
Dijo Cristo: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres,
para que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen a vuestro Padre
que está en los cielos”.
Mateo 5:16
. Dejad resplandecer vuestra
luz de tal manera que la gloria sea para Dios en lugar de ser para
vosotros mismos. Si se os dirigen alabanzas, bien podéis temblar y
avergonzaros, porque se ha frustrado el gran propósito; no se ensalza
a Dios sino al siervo. Así brille vuestra luz; tened cuidado ministros
de Cristo de qué manera brilla vuestra luz. Si refulge hacia el cielo
revelando la excelencia de Cristo, brilla correctamente. Si se vuelve
hacia vosotros, si os exhibís a vosotros mismos, e inducís a la gente
a miraros, sería mejor que os callaseis, porque vuestra luz brilla
falsamente.
Ministros de Cristo, podéis estar relacionados con Dios si ve-
láis y oráis. Sean vuestras palabras sazonadas con sal; rijan vuestra
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conducta la cortesía cristiana y la verdadera elevación. Si la paz
de Dios reina en el corazón, su poder no sólo fortalecerá, sino que
enternecerá vuestro corazón y seréis representantes vivos de Cristo.
El pueblo que profesa la verdad está apartándose de Dios. Jesús va a
venir pronto, y dicho pueblo no está listo. El mismo ministro debe
alcanzar una norma más alta, una fe señalada con mayor firmeza,