Página 397 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Los embajadores de Cristo
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una experiencia viva, no árida y vulgar, como la de los que profesan
nominalmente la religión. La Palabra de Dios os presenta un blanco
muy alto. ¿Queréis, con ayuno y oración, alcanzar la plenitud y soli-
dez del carácter cristiano? Debéis trazar sendas rectas para vuestros
pies, no sea que los cojos se aparten del camino. Una relación estre-
cha con Dios os proporcionará en vuestras labores un poder vital que
despierta confianza y convence de pecado al pecador, induciéndolo
a clamar: “¿Qué debo hacer para ser salvo?”
Hechos 16:30
.
La comisión dada por Cristo a sus discípulos, precisamente antes
de su ascensión al cielo, era: “Por tanto, id, y haced discípulos a
todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo,
y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que
os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta
el fin del mundo”.
Mateo 28:19, 20
. La comisión alcanza a aquellos
que crean en su Palabra por medio de sus discípulos. Y todos los
que son llamados por Dios a ocupar el puesto de embajadores suyos
deben recibir las lecciones de piedad práctica que dio Cristo en su
Palabra, y enseñarlas a la gente.
Cristo abrió las Escrituras a sus discípulos, empezando por Moi-
sés y los profetas, y los instruyó en todas las cosas relativas a él
mismo, y también les explicó las profecías. En su predicación, los
apóstoles se remontaron hasta el día de Adán, y llevaron a sus oyen-
tes a través de la historia profética y, terminando con Cristo y Cristo
crucificado, invitaron a los pecadores a apartarse de sus pecados
y volverse a Dios. Los representantes de Cristo en nuestra época
deben seguir su ejemplo, y en todo discurso deben ensalzar a Cristo
como el Ser exaltado, como el que lo es todo en todos.
No sólo el formalismo se está apoderando de las iglesias nomi-
nales, sino que está aumentando en grado alarmante entre aquellos
que profesan observar los mandamientos de Dios y esperar la pronta
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aparición de Cristo en las nubes de los cielos. No debernos ser es-
trechos en nuestras miras y limitar nuestras posibilidades de hacer
bien, sino que, mientras extendemos nuestra influencia y ampliamos
nuestros planes a medida que la Providencia nos prepara el camino,
debemos ser más fervientes para evitar la idolatría del mundo. Mien-
tras redoblamos esfuerzos para aumentar nuestra utilidad, debemos
hacer esfuerzos correspondientes para obtener sabiduría de Dios a
fin de llevar adelante todos los ramos de la obra según su orden, y